
CCOO secunda el avance digital transformador, pero demandando que esos puestos se traduzcan en empleos de calidad y no lleven meramente a su amortización.
FOTO: ENVATO
Secretaria de Salud Laboral UC Oeste
El impacto de las cajas automáticas de cobro se sitúa como una poderosa herramienta para potenciar la productividad y mejorar la experiencia del cliente, pero también deshumanizan y dejan desatendidas a las personas que buscan un trato personalizado. Aún es pronto para concluir sus efectos en el empleo.
Un centro comercial abrió sus puertas en mi pueblo allá por los años 90. En esos años, estas aperturas eran noticia en los municipios porque se instalaba un nuevo modelo comercial que ofrecía artículos difíciles de encontrar en los mercados de barrio y en las tiendas de alrededores. Espacios muy grandes donde se mezclaban productos alimentarios con las últimas novedades en electrodomésticos o productos informáticos y audiovisuales y que hicieron cambiar nuestra manera de concebir el ocio. Nos llevaron de pasar gran parte de nuestro tiempo en la calle y al aire libre a ponernos delante de un monitor. Un cambio en nuestra manera de socializar y en el entretenimiento de los chavales y chavalas, que pasaron de jugar en la calle a hacerlo delante de una consola en casa, sin importarles la hora habitual de las comidas o la cena, ese momento familiar y de confidencias.
En aquellos primeros años de los híper los uniformes fueron objeto de debate, porque aunque a las cajeras se nos daba participación en muchas actividades del centro, la ropa de trabajo sí nos venía impuesta. Al principio era habitual que las cajeras llevaran falda con abertura trasera. Tampoco se cuestionaba el carácter sexista del uniforme, aunque sí es cierto que todas las mujeres que hemos sido cajeras hemos aguantado en muchas ocasiones comentarios machistas o sexistas.
En el hipermercado, además, se hacían degustaciones de productos ofrecidos mayoritariamente por mujeres con un físico que llamara la atención. Desconozco las negociaciones internas para solicitar ese servicio, seguramente la exigencia de un cuerpo modélico primaba como condición.
SBAG: sonreír, buenos días, adiós, gracias
Eran tiempos en los que la empresa disponía como obligatorios tres ejes a desarrollar, productividad, descuadre y SBAG. Este último término se refería a la manera en la que debíamos atender al cliente. Una técnica que estaba sometida a control y significaba: S (Sonreír); B (Buenos Días); A (Adiós); G (Gracias).
De este control se encargaba una empresa externa, para que no hubiera, se nos decía, ningún tipo de subjetividad. En ocasiones nos hacíamos un boceto físico de cómo era el hombre o mujer que nos iba a evaluar, estábamos siempre preparadas para no aparecer en la lista negra por no haber seguido con éxito esta técnica SBAG.
La lista era expuesta en un tablón al que tenían acceso todas las personas que pasaban por la entrada a la sala de arqueo y al puesto de cajas; la protección de datos, inexistente. Para las que era nuestro primer empleo, ese control férreo nos afectaba considerablemente.
Con el tiempo descubrí que ese control no era evaluado, la empresa se limitaba a echar un órdago a las trabajadoras, a presionarlas para que realizasen a rajatabla la técnica del SBAG. No acarreaba consecuencia alguna para las cajeras.
Algo similar ocurría con la productividad. Se nos obligaba a correr una maratón. A las cajeras con mejor productividad se les reconocía su mérito en los carteles, mientras que las que no llegaban al baremo marcado por la empresa volvían a salir retratadas.
Aunque pueda parecer un juego, el paso de artículos a toda velocidad no se evaluaba, ni mucho menos, para prevenir daños a la salud. El sistema consistía en el paso rápido por las cajas para evitar colas. Éramos una cadena de montaje, donde cada cliente estaba vinculado a un tiempo de atención. Aunque en un momento dado en ese tiempo había cierto margen, no disfrutábamos ni los intervalos de descanso óptimos ni la autonomía de cambio que puede haber en una fábrica.
En numerosas ocasiones este método de organización provoca daños en las extremidades superiores, lesiones no reconocidas en ningún caso por las mutuas de accidentes.
A las cajeras con mejor productividad se les reconocía su mérito en los carteles, mientras que las que no llegaban al baremo marcado por la empresa volvían a salir retratadas
Las cajeras: el eslabón más importante del comercio
Actualmente, con el envejecimiento de la plantilla de los hipermercados se producen patologías comunes derivadas del trabajo, pero, como decimos, sin reconocimiento por parte de las mutuas. Además, existen numerosas enfermedades profesionales no declaradas porque las evaluaciones no contemplan los tiempos reales de exposición ni de frecuencia en las posturas forzadas, en el manejo de cargas o en el trabajo de movimientos repetitivos.
Siempre nos han dicho que éramos el eslabón más importante de un supermercado: el paso del cliente por caja. Ese cliente, que normalmente, acudía todas las semanas, que te preguntaba por un producto del folleto o que te contaba que iba a hacer una barbacoa. Ese cliente con el que cambiábamos el mundo para hacerlo mejor. Que te contaba que había pasado la noche en el hospital cercano acompañando a un familiar. El cliente conocía nuestro nombre y se interesaba por nuestra familia, por cómo estaba nuestro padre, que había sufrido un ictus y tu semblante no era el de todos los días.
Pues bien, ese eslabón de los hipermercados desaparece. Ese momento en el que, junto a la cajera, cambiabas un poco el mundo, hacías la vida cotidiana un poco mejor, desaparece para que seas tú, cliente, el que pase los productos por la caja de pago de forma autónoma, aunque con alguna ayuda compartida con otros clientes. Ya no se apuesta por el trato individualizado. La razón: el ahorro en costes salariales.
Es por esto que he querido contar algunas de las realidades y anécdotas de las miles que tenemos las cajeras de hipermercado. Realidades que han marcado nuestra vida, sin saber muy bien cuál es el futuro que nos espera.
En mis funciones como delegada de CCOO me reafirmo en la postura de la Federación de Servicios de CCOO de Madrid, que secunda el avance digital transformador, pero demandando que esos puestos se traduzcan en empleos de calidad y no lleven meramente a su amortización. Deben planificarse proyectos de inclusión en puestos cualificados, haciendo que la transformación digital no se lleve por delante el sustento económico de muchas personas trabajadoras, casi todas mujeres, que han dejado toda su experiencia en el cuidado y fidelización de esos clientes, engordando la cifra de ventas y a las que, ahora, nadie garantiza un futuro digno.
Está claro que los beneficios empresariales priman sobre la calidad del servicio. Deberíamos preguntarnos por qué es tan fácil sustituir un puesto de trabajo por una máquina sin buscar alternativa para esa persona que se ha dejado lo mejor de sí misma durante décadas ofreciendo calidad. Calidad profesional, pero también calidad humana.
CCOO secunda el avance digital transformador, pero demandando que esos puestos se traduzcan en empleos de calidad y no lleven meramente a su amortización
Según la EPA, las personas en el Código Nacional de Ocupación CNO 55, Cajerxs y Taquillerxs (excepto personal empleado en banca) eran 180.100 en toda España en el primer trimestre de 2025. En 2024 eran 189.500. Se han perdido, pues, 9.400 empleos en este CNO. Estamos ante una de las ocupaciones cuyo peso cae durante tres trimestres consecutivos, a pesar de la mejora generalizada del empleo. De estas 180.100 personas trabajadoras, 150.400 son mujeres, tratándose por lo tanto de un sector altamente feminizado.