La muerte de Franco no trajo la democracia pero ¡qué alivio!

Por Juan Moreno Preciado, exsecretario general de CCOO de Madrid y exmiembro de la Ejecutiva Confederal de CCOO. Autor del libro «Comisiones obreras en la Dictadura» 

Finalmente llegó el “hecho biológico”, eufemismo de los medios oficiales para referirse a la muerte de Franco, y los demócratas descorcharon en la intimidad lo que tenían a mano, y otros, los adictos, se fueron a despedir el cadáver al Palacio Real. La división que el “Caudillo” creó en vida se repitió en su muerte, aunque la televisión solo sacó la lagrimita de Arias Navarro. Celebrar el cambio de régimen partiendo de una fecha en la que aún no se había producido facilita la crítica de quienes alegan falta de rigor histórico. Cierto es que, guardados los tres meses de luto con la bandera izada, aparentemente todo siguió igual. Por no cambiar, no cambió ni el presidente de Gobierno.

En el  reciente Real Decreto por el que se decide la celebración de los “50 años de España en Libertad”  se dice que el 20 de noviembre de 2025 “se cumplen 50 años de la muerte del dictador Francisco Franco, fecha simbólica que abrió la esperanza en amplias capas de la ciudadanía de poner fin a la dictadura franquista”. A los cinco días de la muerte de Franco se emitió un  “Indulto Real” que, sin ser todavía la amnistía general largamente reclamada, dejó en libertad a unos 700 presos y presas. Los historiadores divergen sobre la fecha del inicio de la Transición; la mayoría la sitúan entre el referéndum de Reforma Política de diciembre de 1976 y el de la Constitución de diciembre de 1978. En todo caso, el epicentro de la Transición hay que situarlo entre los meses de enero de 1977 (matanza de los abogados de Atocha en la “semana sangrienta”) y las elecciones de junio de 1977. Durante esos meses, en la calle y en las fábricas se combatieron los planes de democracia a medias o a plazos.

La galerna de huelgas

Tres días antes de la muerte del dictador el secretariado clandestino de CCOO emitió un comunicado llamando a la movilización general para impedir el continuismo. Este llamamiento de CCOO, en el cual se mezclaban las reclamaciones políticas y las reivindicaciones laborales, fue la consigna que puso en marcha la “galerna de huelgas”:

“¡Trabajadores! Para nosotros solo existe un camino que corta de raíz los propósitos del gran capital, tanto si está del lado del “bunker” o de los “aperturistas”. Este  camino es la acción. En cada empresa, en cada ramo, localidad y provincia es preciso que se formulen programas para la acción y que estas acciones se lleven inmediatamente a la práctica. Hay que ir a la utilización masiva de los locales sindicales para potenciar la generalización de nuestras luchas. La liberación de los presos, la amnistía para ellos y para los exiliados es hoy tarea primordial para el movimiento obrero y democrático; hay que plantearse la readmisión de los despedidos; hay que enfrentarse a las medidas congeladoras de los salarios, reivindicando inmediatamente una subida para hacer frente a la carestía de la vida y para no quedarnos indefinidamente en la misma, o peor situación”.

Entre diciembre de 1975 y marzo de 1976 las huelgas se desataron en toda España y desgastaron al gobierno Arias hasta su cese en julio. Durante semanas Madrid quedó paralizada por la huelgas en casi todos los sectores…Correos, los taxis, Renfe…. Los paros indefinidos en el Metal iniciados en CASA de Getafe y en Standard Eléctrica se extendieron a Chrysler, Boetticher, John Deere, Siemens, Uralita, Plata Meneses, Wafios, Vers, Fiat, Pegaso, SKF, etc. En la madrugada del 8 al 9 de enero de 1976 fueron detenidos en sus domicilios 21 dirigentes del Metal de CCOO. Las huelgas conllevaron desalojos de las grandes empresas, cuyas plantillas se encerraron durante días en iglesias.

Una transición no tan pacífica

Tras la espiral de violencia que, a la desesperada, los ultras lanzaron en enero de 1977 para provocar la intervención del Ejército, la firme respuesta de los demócratas forzó al gobierno de Suárez a ceder y legalizar partidos y sindicatos con la convocatoria de las primeras elecciones generales libres.

La transición no fue tan pacífica como se afirma, el ejemplo es que entre 1976 y 1977 más de cien personas murieron por la represión policial y otros actos de violencia política. La democracia no la trajo el Rey ni Suárez sino que fue fruto, por un lado, del diálogo entre los  reformistas posfranquistas y la oposición democrática y, por otro, de las movilizaciones de los sindicatos, de las asociaciones de vecinos, del Movimiento Democrático de Mujeres (MDM), de los colegios profesionales, de los estudiantes. Se habla impropiamente de “Régimen del 78” por haber entrado en vigor ese año la Constitución, pero fue al revés: la democracia recuperada en 1977 trajo la Constitución. 

Es penoso que el PP no se haya sumado (con los matices propios) a la conmemoración de un cambio histórico al que también contribuyeron en su día, y de forma destacada, democristianos como Ruiz Giménez o liberales como Joaquín Garrigues Walker. Persevera así en su involución en los temas del pasado reciente. El Ayuntamiento de Madrid (siendo alcaldesa Ana Botella) pasó en pocos años de colocar una placa en la casa de Indalecio Prieto a querer quitarle (Almeida) su nombre de una calle. Por su parte, el Gobierno y la izquierda deberían cuidar que los actos programados no se contaminen del actual ambiente de polarización. Cuando se cumplen 110 años del nacimiento de Santiago Carrillo, convendría recordar la declaración del Comité Central del PCE en el lejano 1956 en la que llamaba a la unión de los demócratas en torno a una propuesta de “Reconciliación Nacional”:

 “El Partido Comunista considera que una verdadera amnistía, que permitiera el regreso de los exiliados, sin discriminación ni vejaciones; la liberación de los presos políticos; la reconstrucción de decenas de miles de hogares deshechos y la reparación de las injusticias cometidas, allanaría el camino al entendimiento y crearía el terreno apropiado a la convivencia nacional, dando a los españoles las posibilidades de vivir libres del temor a la persecución y a la venganza. El Partido Comunista considera que sobre esta base puede cancelarse el pasado. Ello significa que el Partido Comunista desea que se inicie una nueva etapa en la historia de nuestro país, donde no se persiga a los hombres por lo que fueron ayer”.

Por Juan Moreno Preciado, exsecretario general de CCOO de Madrid y exmiembro de la Ejecutiva Confederal de CCOO. Autor del libro "Comisiones obreras en la Dictadura"