8M25: el riesgo de regresión para los derechos de las mujeres
Por Lidia Fernández Montes. Secretaria de las Mujeres de CCOO Madrid
Simone de Beauvoir nos advirtió, «no olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida». Y no lo hemos olvidado. Nunca.
El sexismo contemporáneo no suele decirnos que los hombres y las mujeres no puedan ser iguales. Lo que sí nos dice es que la igualdad ya se ha alcanzado y que el feminismo se está pasando de rosca, y que, por tanto, los discriminados hoy son los hombres.
Con la llegada de Trump al poder en EEUU y la extrema derecha extendiéndose por toda Europa, los derechos de las mujeres están en un claro riesgo de regresión y prueba de ello es el negacionismo de la violencia de género que practican sin pudor y sin vergüenza alguna.
Este es el panorama en el que nos vamos a mover los próximos años: la ultraderecha ha puesto al feminismo en el centro de su diana. Es bien sabido que la autonomía corporal es decisiva para el empoderamiento de las mujeres y que prohibir el aborto tiene consecuencias drásticas, especialmente para las mujeres pobres y migrantes. Tal vez por eso, la extrema derecha de todo el mundo -en nombre de Dios- ha legislado sobre el cuerpo de las mujeres en defensa de su idea de “vida”. Precisamente no piensan en la vida de las mujeres.
En Europa, la creciente reacción contra la igualdad de mujeres y hombres puede verse a través del éxito electoral y la representación institucional de grupos de extrema derecha en países como Francia, Italia, Austria, Hungría o Bélgica, donde el desmantelamiento de los derechos de las mujeres es una de sus principales banderas.
Defienden cuestiones tales como que las mujeres solo debemos trabajar si nuestra situación nos obliga a ello, porque lo ideal es que seamos madres y esposas; tienen obsesión por la familia tradicional, el matrimonio tradicional, los roles de género tradicionales y la promoción de la natalidad. Sin lugar a duda, están también en contra de las cuotas que garantizan la participación de las mujeres en los diferentes niveles de la esfera pública. Y, cómo no, no se cansan de afirmar que la violencia machista no existe.
Reacción patriarcal
“Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria”, señala la tercera Ley de Newton, una de las leyes de la física que bien podemos aplicar a los cambios sociales. Y esta es la reacción patriarcal que estamos viviendo contra unas movilizaciones que hace menos de diez años dijeron ya basta y pusieron voz a años de silencio sobre la violencia sexual que las mujeres padecíamos con un eslogan muy sencillo, #MeToo, pero con el que muchas mujeres se sintieron reconocidas.
No es la primera reacción patriarcal contra la reivindicación de nuestros derechos, ya la vivieron de forma atroz las sufragistas; el nazismo señaló al feminismo como destructor de las familias, o más cerca, en España, el franquismo dibujó un modelo ideal de mujer y a las que disentían las hizo encajar a la fuerza con instituciones como el Patronato de Protección a la Mujer o, no hace tanto tiempo, cuando vivimos sus grandes protestas contra las leyes de igualdad promovidas a partir de 2004.
Aquí, eso sí, con una particularidad, y es que este negacionismo está muy vinculado a la iglesia católica y a la nostalgia del franquismo, con organizaciones como Hazte Oír o las anti-elección, que califican al aborto como “cultura de la muerte” y que son sostenidas con fondos públicos desde distintas Comunidades Autónomas.
"Con la llegada de Trump al poder, la ultraderecha ha puesto al feminismo en el centro de su diana"
Descendiendo al ámbito regional, desde el que CCOO de Madrid desarrolla su acción, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el Partido Popular de nuestra región ha ocupado el espacio político de la ultraderecha. Prueba de ello, para vergüenza de todas y todos, la encontramos en el hecho de que Ayuso otorgara la Medalla de la Comunidad de Madrid a Milei, o que el 8M de 2024 se preguntara cuándo se celebraba el día del hombre.
Lucha maratoniana
Las mujeres sabemos que la lucha por la igualdad viene de lejos, tan lejos que tiene tres siglos de historia. Por eso, no ignoramos que esto es una maratón, no un sprint (correr, agotarnos e iniciar una nueva carrera inconexa), como el capitalismo pretende hacernos creer.
Si no tuviéramos este espíritu maratoniano las madrileñas no podríamos sobrellevar que los hombres ganen de media 5.990 euros más al año que nosotras. Una brecha del 21,3% que soportamos las mujeres respecto al empleo y el salario a lo largo de nuestra vida laboral y que se traduce en marcadas diferencias en las pensiones que posteriormente recibimos durante nuestra jubilación, donde la brecha alcanza el 39,1%.
Pero no solo eso. Pese a la importante mejora que ha supuesto la última reforma laboral en términos de temporalidad y parcialidad, las madrileñas ocupamos el 75% de los contratos indefinidos a tiempo parcial y aproximadamente 6 de cada 10 de contratos temporales.
Nuestra comunidad, la región de la “libertad”, sigue poniendo todo tipo de cortapisas a las mujeres para ejercer su derecho a la interrupción voluntaria del embarazo en el ámbito público, pese a ser una prestación sanitaria reconocida en nuestra cartera de servicios. En 2023, según datos de la propia Consejería de Sanidad, frente a las 20.518 intervenciones realizadas en clínicas privadas tan solo 56 fueron en los hospitales de la red pública.
Desde las CCOO de Madrid no cesamos en nuestro empeño de exigir a Ayuso que invierta en políticas de igualdad de mujeres y hombres que impidan que ocho de cada diez excedencias por cuidado de familiares en la Comunidad de Madrid las soliciten mujeres, que nos garanticen una vida libre de violencias, que eliminen la precariedad y la brecha salarial en nuestros empleos o que acaben con el sexismo de buena parte de la juventud. Políticas públicas que el Gobierno regional abandonó hace años y hacen de nuestra región un territorio hostil hacia las mujeres.
Por último, para alcanzar nuestro objetivo, acabar con la desigualdad y la discriminación de las mujeres, tenemos que hacerlo unidas, conscientes de que juntas somos más fuertes, porque como nos pidió Beauvoir, no debemos olvidar que “bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados”.
