Claves geopolíticas para comprender el mundo
Por Rafael Fraguas de Pablo. Periodista
La crisis del Estado viene determinada, sobre todo, por contradicciones internas y por la irrupción en la escena mundial de corporaciones económico-financieras no elegidas, que solo representan sus intereses privados y se comportan de forma antidemocrática. Sin embargo, pese a su carácter privado, se arrogan funciones y atributos estatales, públicos, de los cuales han ido despojando poco a poco a los Estados, señaladamente los occidentales de Europa del Oeste y América del Norte. Esta es una primera característica útil para adentrarse en el conocimiento de la complejidad de la Geopolítica, disciplina que estudia la relación existente entre el poder político, con su proyección sobre la sociedad, y la Geografía, entendida ésta en sentido amplio: no es solo el territorio, son además los océanos, el subsuelo y el espacio exterior como escenarios de rivalidades de poder. Poder exterior, relativo a las relaciones entre Estados, y poder interior de la sociedad de cada Estado, fragmentado según la clase social a la que los individuos que la componen pertenezcan.
Como la fluidez de las relaciones y conflictos a escala mundial desborda a cada momento la actualidad con nuevos hechos, guerras, conflictos y situaciones imprevistas, será preciso extraer de la realidad y de la Historia las pautas y leyes comunes que nos permitan de algún modo prever aquello que suele y puede suceder en la escena geopolítica.
"La solidaridad humana, mediante la reflexión y el compromiso, sabrá poner coto a tantos desmanes causados por el poder geopolítico desenfrenado "
Dualidad
A grandes rasgos, cabe decir que el mundo en esta segunda década del siglo XXI se caracteriza por una dualidad geopolítica entre Estados declinantes, sometidos al imperio corporativo privado, ubicados en lo que denominamos Occidente y, por otra parte, por Estados donde la vertebración estatal tradicional pervive todavía y coexiste con el surgimiento de corrientes económico-financieras poderosas pero aún bajo control estatal. En este caso, se trata de Estados como la Federación Rusa y China, situados en Eurasia, el macrocontinente que conecta Europa con Asia y ocupa el lugar central más extenso y continuo de la tierra firme; abarca desde Portugal y Huelva hasta el extremo oriental de Siberia, espacio considerado por los teóricos anglosajones de la Geopolítica como decisivo a la hora de controlar militar y políticamente el poder a escala mundial.

Desde este ámbito se idearon y desarrollaron históricamente los principales procesos políticos y militares de los pasados siglos proyectados sobre la periferia tales como el colonialismo, el imperialismo y el hegemonismo, otorgando a los hechos geopolíticos una valoración e interpretación eurocéntricas. Fueron las revoluciones socialistas L anticapitalistas, señaladamente la soviética y la china, operadas en el primer tercio del siglo XX, las que rompieron el prieto marco eurocéntrico hasta entonces existente, para dar paso a la entrada en la Historia oficial a las periferias extra-euroasiáticas, señaladamente africanas e iberoamericanas, que nunca permanecieron fuera de la Historia real de la Humanidad.
Es esta otra de las características geopolíticas de nuestra actualidad mundial: la presencia, hoy, en la escena de otros Estados que se acreditaron en su día en lucha anticolonial y antiimperialista y que ahora alzan su voz agrupados en lo que se denomina Sur global, con propuestas geopolíticas propias diferentes de las emanadas desde Occidente. Es el caso de África del Sur.
Su precedente es el Movimiento de los No Alineados, surgido en los años 50 del pasado siglo en plena Guerra Fría (1946-1990) para desmarcar a sus países miembros de la confrontación Este-Oeste en vigor entonces.
En términos geográficos, el Occidente es el lugar donde el sol se pone y declina en su trasiego diario. Sin embargo, el eurocentrismo, la percepción del mundo en clave ideológica eurooccidental, ha convertido ese término declinante en polo de auge naciente y de progreso, eclipsando a otras culturas y civilizaciones a las que durante siglos negó su esplendor.
En la arena mundial el combate de las ideas, de los significados, de las instituciones, sigue teniendo enorme importancia. En Geopolítica, la percepción que cada Estado tiene de sí mismo ocupa un lugar preferente en su comportamiento hacia sus vecinos. El desconocimiento de esta característica genera numerosos diferendos. Esta otra ley geopolítica cobra enorme importancia, habida cuenta de que determina en gran medida la conflictividad entre Estados, conflictividad que suele desembocar en la guerra. Hasta 120 guerras, conflictos armados sangrientos en los que se disputan territorios, recursos o cuotas de poder, se libran en la actualidad en el mundo. Son pues la autopercepción, la importancia y los derechos que cada Estado se atribuye a sí mismo, más la conflictividad subsiguiente, otras dos de las características que nos pueden servir para comprender la complejidad de la Geopolítica: el mapa mundial está compuesto por casi 200 Estados con distinta demografía, poder, cultura, posición, etnia, religión… cuyas diferencias y autopercepciones alimentan tantos conflictos de todo tipo.
Una nueva característica singulariza la Geopolítica, a saber: en las relaciones entre Estados, sean o no vecinos, sus vínculos desembocan siempre en la hegemonía, el predominio de un Estado sobre el otro con el que se relaciona. Esta es otra ley implacable de la Geopolítica, causa a su vez de la conflictividad cebada por lo que cada Estado considera como propio e inalienable.
Riesgos del azar y del sesgo
Como vemos, la comprensión de los fenómenos geopolíticos implica tener en cuenta numerosas variables cuya amplitud convertiría a esta disciplina en una actividad muy vasallamente sometida al azar. Pero el azar es la medida de nuestra ignorancia y no podemos sucumbir a la fatalidad que el azar supone. Hemos de indagar cuáles son las constantes que caracterizan cada hecho geopolítico, descubrir qué es lo que, comprobadamente, se repite o sintoniza con otras experiencias y fenómenos para poder obtener las evidencias demostrables con las cuales extraer conocimientos válidos, verificables y generalizables.
Se trataría de establecer leyes que expliquen el funcionamiento de la Geopolítica. Pero en esta disciplina, comoquiera que el sujeto que aborda el estudio y el objeto estudiado está constituido por hechos protagonizados por seres humanos, colectivos, sociedades, naciones o Estados, el riesgo de sesgar los conocimientos es muy superior al de otras disciplinas científicas. Es el caso de las Matemáticas, por ejemplo, donde el sujeto que estudia el hecho matemático, el ser humano, es distinto del objeto que estudia: la frialdad de un número, un elemento geométrico o un teorema. Por ello, cabe establecer que la Geopolítica sería una Ciencia social, no una Ciencia exacta, con todos sus atributos y limitaciones.
En virtud de este carácter social de la Geopolítica hemos de comprenderla con claves procedentes de las Ciencias Sociales y con categorías específicas, como es la categoría de clase social. Este componente viene determinado por la forma en que cada segmento de la sociedad se procura las condiciones de su existencia mediante el trabajo, ya que según la posición y el lugar que ocupe en el entramado social, su poder, sus recursos, sus condiciones de vida, variarán. La dualidad dominante-dominado preside el comportamiento social.
La mitad de la sociedad es mujer
Muchos de los conflictos que observamos en la realidad geopolítica parecen obedecer a rivalidades únicamente estatales, pese a que lo que a ellos subyace es un conflicto de clases sociales enfrentadas dentro mismo del Estado. Muchas alianzas estatales vienen determinadas por la búsqueda de defensa mutua entre élites, para encarar la impugnación de los sectores sociales sojuzgados por ambas élites. Conviene no olvidar esta determinación, teniendo en cuenta también que la cuestión social, en conjunto, sería incomprensible sin considerar que la mitad de la sociedad, de toda sociedad, es mujer y que la mujer ha sido históricamente relegada a funciones subalternas, auxiliares, negando el protagonismo que para la pervivencia y desarrollo sociales la mujer ha jugado en la Historia, ámbito donde la Geopolítica tiene lugar.
"La fluidez de las relaciones y conflictos a escala mundial desborda a cada momento la actualidad con nuevos hechos"
Es preciso tener en cuenta que las enemistades geopolíticas entre Estados han consumido demasiada sangre, vitalidad y energía de la Humanidad durante siglos y todas ellas siguen derrochándose hasta el día de hoy. Lo que la realidad científica nos demuestra es que no ha de seguir siendo la lucha por la hegemonía política y militar mundial el principal reto que la Humanidad deba soportar, con su saldo de destrucción y mortandad. Los nuevos retos, los más esenciales, no son los que satisfarían los orgullos de las superpotencias o los de las corporaciones que han ninguneado a los Estados arrebatándoles sus funciones estatales. Serían más bien retos de tipo macrocósmico, el cambio climático, y microscópico, los virus y las pandemias, que tan peligrosamente hostigan a las sociedades humanas y ponen en peligro la pervivencia de la humanidad sobre el planeta.
Los riesgos geopolíticos, no obstante, prosiguen: un accidente de cierta importancia en cualesquiera de los centenares de silos de armas atómicas existentes en el mundo, donde se almacenan miles de cabezas nucleares, sería suficiente para exorbitar a la Tierra, es decir, para sacar de su órbita a nuestro planeta. De ello deriva, también, la responsabilidad social que contrae cada ser humano a la hora de aplicar la sensatez, la solidaridad y el control a nuestras conductas y la exigencia de fiscalizar la acción política de los poderosos y luchar por perpetuar la democracia y las libertades, los derechos y los deberes que nos corresponden, amenazados por las políticas irresponsables y la codicia de unos
pocos.
Asimismo, el desaforado despliegue de tecnologías hasta ahora desconocidas y fuera de control, como la denominada inteligencia artificial, hoy en manos privadas, o las prácticas de gestión masiva de datos, big data, han involucionado peligrosamente alterando sus benéficas potencialidades para ponerlas al servicio del gran capital que, en su actual dimensión financiera y de plataformas, ya no necesita la democracia política para obtener sus fines: se ha emancipado del control político estatal y social gracias a las grandes corporaciones.
Esta carrera tecnológica sin otro fin conocido, hoy, que el beneficio privatizado lleva consigo la desaparición y devaluación del espacio y del tiempo, conceptos troncales que han presidido la Historia y la Cultura humanas desde la Antigüedad, para ser sustituidos por un magma virtual que tan solo favorece al principal vector virtual existente: el dinero-capital. Su impacto geopolítico determina nuestras vidas.
Desde la lucha organizada, política y sindicalmente, cabe embridar este proceso y poner los frutos de la tecnología al servicio de las mayorías sociales. La solidaridad humana, como forma suprema de la inteligencia, mediante la reflexión y el compromiso, sabrá poner coto a tantos desmanes causados por el poder geopolítico desenfrenado y por un saber tecnológico arrebatado a las sociedades de cuyo trabajo y esfuerzo de siglos, en talleres, hogares y laboratorios, surgió para el bien común. ■