"Superando el miedo a un [inexistente] desempleo tecnológico masivo"

Por Arturo Lahera Sánchez. Profesor Titular de Ergonomía y Sociología del Trabajo. Universidad Complutense de Madrid

En la última década, en paralelo a los estragos de la Gran Recesión iniciada en 2008, que provocó en España la pérdida de alrededor de cuatro millones de ocupados entre 2007 y 2014, se ha difundido mediática y socialmente un argumento ampliamente compartido: las nuevas tecnologías digitales y la inteligencia artificial van a poner en riesgo de desaparición una alta proporción de puestos de trabajo en las economías avanzadas. Muchos puestos de trabajo dejarán de ser desempeñados por el trabajo humano para ser realizados por robots y máquinas que aprenden automáticamente, por algoritmos informáticos inteligentes, que sustituirán al ser humano, creando altos niveles de desempleo masivo: el miedo a la digitalización y a un desempleo tecnológico masivo… otra vez.

Múltiples noticias mostraban innovadores dispositivos tecnológicos que podrían sustituir al ser humano: automóviles y camiones autónomos (que conducen “solos”), impresoras 3D de fabricación aditiva que “imprimen” automáticamente y sin control humano todo tipo de piezas industriales o construyen edificios, robots avanzados que desempeñan movimientos complejos con herramientas para tareas de servicios y montajes, nuevos sistemas de transporte automático (hyperloop) que reducirían la necesidad de pilotajes humanos, restaurantes con robots que atienden a la clientela, supermercados que no requieren cajas de pago o personas trabajadoras que las atiendan, gafas de realidad virtual o aumentada que permitirán trabajar en un multiverso digital… Imágenes que refuerzan el peligro que todas esas tecnologías de base digital eliminen al ser humano. Un tecnopesimismo en el que la tecnología digital acabará con el trabajo humano, que, además, pone a la defensiva a la población trabajadora, debilitando la posibilidad de reclamar mejora de sus condiciones de trabajo y salariales… puesto que la prioridad se basaría en mantener el empleo y no significarse mucho, no sea que tu empresa u organización prefiera sustituirte por la inteligencia artificial, por un robot o un dispositivo digital.

Sin embargo, para entender e intervenir en la realidad laboral siempre es imprescindible rastrear la distancia (el trecho) entre esas imágenes y discursos (lo dicho) sobre el fin del trabajo humano en el futuro por la nueva ola digital (¡la Cuarta Revolución Industrial!) respecto a la realidad (el hecho) de las transformaciones organizativas en esta última década: comprobar si realmente esas premoniciones pesimistas se están cumpliendo.

Rastreando ese trecho, una década después del inicio de la digitalización masiva de la sociedad, las economías internacionales registran sus menores tasas de desempleo en las últimas seis décadas: no se ha destruido empleo masivamente, se ha recuperado el empleo perdido por la Gran Recesión y el pleno empleo es una realidad. Las economías internacionales con mayor intensidad de digitalización y robotización han logrado y están manteniendo altísimas tasas de ocupación y, en muchos casos, el pleno empleo: Estados Unidos, Alemania, Corea del Sur, Taiwán, Japón, Australia… Incluso España, ha logrado, al final de esta década de innovación digital, tener la población ocupada más numerosa de su historia reciente, habiéndose creado alrededor de seis millones de empleos desde 2013, cuando la tasa de desempleo llegó al 27%, pasando de unos 16 millones de empleos a los alrededor de 21 millones actuales. ¿El miedo al desempleo tecnológico masivo por la digitalización era infundado? Al menos en esta primera década, desde luego.

"Es necesario superar el pesimismo y el miedo respecto a la nueva etapa de digitalización"

Tras una primera década de digitalización, más o menos intensa, no se ha producido un desempleo tecnológico masivo, con lo que los temores a que el ser humano perdiera la carrera laboral ante la robótica y la incipiente inteligencia artificial no se han cumplido. Casi todas esas tecnologías publicitadas y difundidas mediáticamente no han acabado implantándose, no han pasado de ser prototipos que las empresas no han incorporado de forma relevante (son muy caros y difíciles de rentabilizar: siguen siendo más eficientes y baratos los humanos en casi todos los sectores económicos): no se han generalizado los automóviles autónomos (incluso estando en discusión si realmente son autónomos), no se han generalizado restaurantes u hoteles con camareros o recepcionistas robóticos, los nuevos medios de transporte o se han rechazado o siguen en proceso de investigación, del multiverso para trabajar permanentemente online en oficinas virtuales nunca más se supo… (¡en menos de un lustro desde las primeras noticias sobre su desarrollo!). Muchas de las empresas que propusieron nuevos dispositivos robóticos y digitales que iban a acabar con puestos de trabajo humanos, y que aparecieron en todo tipo de medios de comunicación, han desaparecido o limitado sus expectativas (hotel Hen-na, AmazonGo, X-Cafe, robots Baxter y Pepper, Adidas Speedfactory, restaurantes automáticos fallidos como Eatsa, Blendid, Zume, Creator…).

La preocupación debería pasar del miedo a la cantidad de empleo que supuestamente se puede perder por la digitalización, proceso que no se ha producido en esta década, hacia enfatizar un debate, y una acción sindical, sobre la calidad del empleo que está provocando la incorporación de las tecnologías digitales. Centrarnos en conocer, y en negociar, si se está mejorando o degradando la salud laboral en esos puestos afectados por la incorporación de una tecnología digital, si es necesaria una recualificación y una formación específica para su uso, si esa tecnología implica la emergencia de nuevos factores de riesgo laboral a eliminar o controlar, si los ritmos de trabajo y la posible ausencia de desconexión digital están generando morbilidad por factores psicosociales negativos para la salud mental. En definitiva, se debería apostar por dejar de plantear que el futuro del trabajo humano se centra en su desaparición por su sustitución digital para centrarnos en anticipar cómo serán los trabajos humanos, aunque digitalizados, del futuro.

Esta centralidad sobre la calidad de los trabajos digitales y/o digitalizados, sobre la negociación de sus condiciones de trabajo y empleo futuras supone acercarse a cada nueva tecnología digital desde el conocimiento de sus características, sus funciones, sus efectos sobre las personas trabajadoras que van a utilizarlas o que se van a ver afectadas por su implantación, así como analizando los efectos específicos y concretos en un puesto de trabajo real, en una empresa determinada, siguiendo los posibles cambios de la organización del trabajo que se pueden estar diseñando y aplicando en un lugar determinado. Identificar pragmáticamente qué está ocurriendo con una tecnología concreta permite identificar sus riesgos y oportunidades de mejora (o deterioro) de las condiciones de trabajo, negociar sindicalmente su implantación para intentar garantizar el empleo, la recualificación, la protección de la salud laboral: incluso para mostrar las limitaciones, dificultades, complicaciones y posibles expectativas incumplidas de la propia tecnología digital.

Este pragmatismo implica que las tecnologías digitales, también la inteligencia artificial y sus algoritmos, pueden diseñarse alternativamente, mediante una negociación tecnológica que permita a la representación de las personas que trabajan plantear mejoras en sus características, en su funcionamiento, en la manera de implantarlas en las empresas.

En definitiva, es necesario superar el pesimismo y el miedo respecto a la nueva etapa de digitalización, enfrentándola pragmáticamente al mostrar que sus expectativas de sustitución del trabajo humano no se están cumpliendo masivamente. Mostrar sus efectos reales en las condiciones de trabajo y de empleo, mientras que sus características tecnológicas, al depender de procesos de diseño organizativo, pueden, y deben, ser abiertos a la negociación tecnológica entre gerencias y sindicatos, entre el capital y el trabajo, para domesticar sus posibles efectos negativos y redistribuir las ganancias de productividad que pueda permitir el proceso de digitalización. Una vez más y como siempre en la historia de las relaciones laborales y de la acción sindical. ■

♦Lahera Sánchez, A. (2021). El debate sobre la digitalización y la robotización del trabajo (humano) del futuro: automatización de sustitución, pragmatismo tecnológico, automatización de integración y heteromatización. Revista Española de Sociología, 30 (2).

♦Lahera Sánchez, A. (2021). Digitalización y robotización del trabajo del futuro: ¿demasiadas grandes esperanzas? Una propuesta para la evaluación empírica de la calidad del trabajo digital(izado). Panorama Social, 34, 9-28.