“La democracia en España se la debemos, sobre todo, a la lucha de trabajadores y estudiantes”

En “Banderas de nuestros padres”, conmovedora película de Clint Eatswood que narra las consecuencias de la manipulación con fines propagandísticos de un hecho ocurrido durante la batalla en la isla de Iwo Jima en 1945, el protagonista concluye que la mejor forma de honrar a un país y a quienes lucharon por él es contar la historia tal como sucedió. Tal reflexión viene que ni pintada para resumir la conversación con Nicolás Sartorius sobre el daño para la memoria democrática en España que ha supuesto, en sus palabras, “la confusión entre amnistía y amnesia” y que explica por qué no se ha reivindicado la lucha del pueblo español que hizo posible la democracia.

Dirección: Luis Lombardo. Texto: Alejandra Acosta. Fotos: Fran Lorente

“Cuando muere Franco no viene la democracia, continuó la represión”

“A la gente de este país le han contado que la democracia la trajo un rey junto a políticos que habían estado con la dictadura, que fue poco más o menos que una sucesión natural. No fue así. La democracia se la debemos, sobre todo, a la lucha de trabajadores y estudiantes. Cuando muere Franco no viene la democracia. La gente no cae en que entre el 20 de noviembre del 75 y la Constitución del 78 pasaron tres años decisivos para que siguiera o no la dictadura, tres años en los que continuó la represión, incluso se abrieron más procedimientos del Tribunal de Orden Público sin Franco que con Franco porque había una fortísima movilización social, obrera, estudiantil, vecinal… Sin lucha no hubiera sido posible la democracia, estaríamos como en Turquía”, sostiene el veterano político y sindicalista, que otorga a CCOO un papel imprescindible en aquella movilización que le dobló el brazo al franquismo. “Comisiones Obreras era la organización que estaba dentro de las empresas y la que tenía, por tanto, capacidad de movilizar a los trabajadores, de convocar huelgas y manifestaciones. Esa capacidad no la tenían entonces los partidos”.

“Sin lucha no hubiera sido posible la democracia, estaríamos como en Turquía"

La investigación sobre el Tribunal de Orden Público (TOP) llevada a cabo por el magistrado Juan José del Águila corrobora la afirmación de Sartorius. Las severas condenas dictadas por el TOP en auténticas farsas judiciales tenían como fin atemorizar a la población trabajadora, cada vez más movilizada por el impulso de CCOO, que en 1966 había ganado las elecciones sindicales. “La persecución fue brutal”, enfatiza Sartorius.Sobre todo a partir de 1967, cuando el Tribunal Supremo las declara subversivas e ilícitas y dictamina que, por analogía, ser de CCOO era lo mismo que ser del PCE, una completa aberración jurídica”. 

El análisis minucioso de todas las sentencias del TOP realizado por Del Águila revela que 7 de cada 10 personas que fueron llevadas ante aquel abyecto tribunal pertenecían a la clase obrera, la mayoría sindicalistas de CCOO. “Está pendiente el contar esa lucha tremenda hasta el final. Se han escrito libros y artículos, pero no se ha difundido en imágenes ni en televisión ni en el cine. En TVE solo se ha emitido aquella serie dirigida por Victoria Prego, elitista y edulcorada, que sostenía el relato oficial que se ha impuesto”.

“Sí tuvieron la inteligencia de comprender la necesidad de una transición pacífica...”

“Sí es verdad que tuvieron la inteligencia de comprender la necesidad de una transición pacífica para evitar una guerra”, añade. “Pero sin lucha, sin presión, no se hubiera producido, de ninguna manera”. 

También se duele Sartorius de que apenas quede rastro en Madrid de lo que fueron los centros de represión más duros y estratégicos del franquismo. Por eso considera fundamental construir en los terrenos donde se ubicaba la cárcel de Carabanchel un espacio para la memoria democrática. “Me pareció lamentable que la derribaran y no dejaran nada. Había en el centro una bóveda enorme, inmensa, donde estaban los funcionarios y la logística de comunicación, y de donde salían las galerías en forma de estrella. Podrían haber conservado perfectamente esa cúpula y haberla convertido en un memorial”. 

Juzga igual de deplorable que no haya quedado ni un mínimo recuerdo de los calabozos de  la Casa de Correos, el edificio de la Puerta del Sol donde estaba la Dirección General de Seguridad y la Brigada Político Social, hoy sede del gobierno regional.  “Está muy bien que se recuerde a las víctimas de ETA y a las del yihadismo, pero tiene que haber también un reconocimiento para las miles de personas que fuimos allí torturadas y machacadas por luchar por la libertad y la democracia”.

Cárcel de Carabanchel durante su derribo en 2008

“Un país sin memoria de la lucha por la democracia tampoco tiene cultura democrática”

Tampoco quedan referencias en la calle del Reloj del que fue uno los centros de castigo más severos y despiadados de la dictadura, el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y Comunismo, creado específicamente para perseguir y acallar cualquier tipo de disidencia. “Por la puerta de atrás del Senado, la que da a la plaza de Oriente, entraban los camiones de la Guardia Civil en los que nos llevaban a los Consejos de Guerra. Recuerdo al coronel Eymar y al teniente coronel Balbás… Pero si todo esto solo queda en la memoria de quienes lo vivimos, desaparecerá, y un país sin memoria de la lucha por la democracia tampoco tiene cultura democrática”.

“Lo primero que te enseñaban en los calabozos de la Puerta del Sol era tu partida de defunción”

El eco de sus propios pasos cuando lo llevaban a la celda en aquella inmensa mole que albergaba la cárcel de Carabanchel aún resuena en su memoria. Nicolás Sartorius tenía 24 años cuando pisó por primera vez el Centro de Detención de Hombres, que así se llamaba entonces la famosa penitenciaría madrileña. Retrocedemos 60 años para situarnos en 1962. Durante la primavera de aquel año había tenido lugar ‘La Huelgona’, como se conoce a la histórica huelga de la minería en Asturias que movilizó durante dos meses a más de sesenta mil obreros en la región y que fue detonante de otras grandes movilizaciones en toda España. ‘La Huelgona’ tuvo, además, un gran impacto internacional. Encolerizado, el régimen desplegó una represión brutal contra los trabajadores y contra los representantes de las primeras Comisiones Obreras que se estaban organizando. Centenares fueron detenidos y muchos, torturados. 

El veterano político y sindicalista, uno de los fundadores de CCOO, estaba entre ellos. Le llevaron primero a la comisaría de Oviedo, donde le interrogaron. “Y como no se quedaron satisfechos”, relata, “me enviaron a Madrid, a los calabozos de la Puerta del Sol, donde estaba la sede de la  Dirección General de Seguridad y donde la policía secreta de Franco, la siniestra Brigada Político-Social, torturaba a destajo. Allí, lo primero que te enseñaban al llegar era tu partida de defunción para que supieras que podían hacer contigo lo que les diera la gana”. Tras ser juzgado y condenado por el Tribunal contra la Masonería y el Comunismo, que estaba ubicado en la calle del Reloj, le trasladaron a Carabanchel para cumplir condena.

Interior de la cárcel de Carabanchel antes de su demolición en 2008

“Ni libros, ni papel para escribir, ni nadie con quien hablar. Nada”

Durante 40 días permaneció aislado en una desvencijada celda donde solo había un grifo, un retrete una cama de hierro y un ventanuco con barrotes. Ni libros ni papel para escribir ni nadie con quien hablar. Nada, salvo una escudilla metálica abollada para el repugnante mejunje de comida que los funcionarios repartían con un enorme perolo. Tras el periodo sanitario, que no era más que otra forma de tortura para minar la moral de los detenidos, le trasladaron a la sexta galería, la de los presos políticos. “Después de tantos días aislados fue como si me hubieran dado la libertad, podía salir al patio, hablar con los compañeros, pero en 1962 las condiciones de habitabilidad eran deplorables. No podías leer porque no nos daban periódicos ni libros, salvo la Biblia y otros textos religiosos, las ventanas estaban rotas y pasábamos un frío del carajo, la comida era asquerosa…, pero éramos jóvenes y la juventud lo resiste todo”. 

En la sexta galería se encontró con otros procesados por las huelgas de Asturias y también con muchos militantes del PCE, del Felipe (Frente de Liberación Popular), de las Juventudes Libertarias y algunos socialistas, entre los que estaba Miguel Boyer, quien llegaría a ser ministro de Economía y Hacienda en 1982 con el primer gobierno de Felipe González.

“Grimau estaba machacado. Lo habían tirado por la ventana”

“La cárcel de Carabanchel tenía una característica”, explica, “y es que como todos los tribunales de represión estaban en Madrid, ya fuesen militares o de Orden Público a partir de 1964, por allí pasaba todo el mundo que iba que ser juzgado, aunque las detenciones se produjeran en diferentes puntos del país. Carabanchel era el símbolo de toda la represión que había en España. Una vez que se dictaba sentencia, la mayoría  cumplía la condena en otros penales, en Burgos, Santa María, Segovia, Canarias… Había muchos”

En su primera estancia en prisión, Franco ordenó tres condenas a muerte. La del político comunista Julián Grimau, fusilado el 20 de abril de 1963 en el cuartel militar de Campamento, y las de los anarquistas Joaquín Delgado Martínez y Francisco Granado, a los que se les aplicó garrote vil en la  misma prisión de Carabanchel el 17 de agosto de 1963. “El verdugo”, la memorable película de Berlanga, se inspiró en la historia de estos dos últimos. Los tres, ha quedado de sobra demostrado, son inocentes de los graves delitos que se les imputaron. Fueron crímenes de estado. “Grimau llegó a la prisión cuando yo ya estaba allí”, evoca Sartorius. “Vino muy machacado, le habían arrojado por la ventana, tenía una gran herida en la cabeza y magulladas las manos. Le metieron en la enfermería. Por la mañana lo traían con nosotros y por la tarde noche lo llevaban de nuevo a la enfermería. Hasta que un día no volvió”.

“Me echaban de los trabajos, pero el exilio me parecía de una tristeza terrible”

En total, y en diferentes periodos, Nicolás Sartorius pasó más de seis años preso en Carabanchel. La última vez en 1972, por el conocido Proceso 1001 del Tribunal de Orden Público (TOP), que condenó a penas de prisión de hasta 20 años a la dirección de CCOO, en la que estaban, además de Sartorius, Marcelino Camacho, Eduardo Saborido, Paco Acosta, el sacerdote Paco García Salve, Juanín Muñiz Zapico, Miguel Ángel Zamora Antón, Pedro Santiesteban, Luis Fernández y Fernando Soto Martín. Los diez de Carabanchel, como se les bautizó, fueron indultados el 25 de noviembre de 1975, cinco días después de la muerte del dictador. 

Apunta Sartorius que si bien la cárcel era lo peor, había otras consecuencias muy duras, como la de que una vez fuera te impedían ganarte la vida. “La policía iba detrás de mí cada vez que encontraba un empleo para que me echaran. Perdí cinco o seis veces el trabajo y hubo momentos en los que no tenía ningún ingreso. El PCE me dio una mínima ayuda para subsistir”. Aún así nunca se planteó el exilio como alternativa. “Lo tenía clarísimo. El exilio me parecía de una tristeza terrible”.

Entrevista: Begoña San José

“La cárcel, se decía, era la universidad del obrero, pero de la obrera no”