Sí había alternativas
De ninguna manera podemos pasar por alto que durante la primera ola de la pandemia miles de personas ancianas que viven en las residencias madrileñas fueron excluidas de su derecho a atención médica y hospitalaria y condenadas a morir en la más completa soledad. ¿No había botes salvavidas en una comunidad que presume de ser la más boyante del país y que va a bajar impuestos porque al parecer nos sobra dinero público?
No podemos mirar hacia otro lado y creer a quienes, como Isabel Díaz Ayuso, mantienen interesadamente y sin pudor alguno que esta catástrofe humanitaria fue inevitable. Cometeremos un error garrafal.
“Si no blindamos la protección de los más débiles, no habrá avance tecnológico que nos salve”

La detallada investigación del periodista Manuel Rico; la denuncia del exconsejero Alberto Reyero señalando la tremenda negligencia de la Consejería de Sanidad de no considerar las residencias como una prioridad; las advertencias de las delegadas y delegados sindicales al inicio mismo de la pandemia del peligro que se cernía sobre los geriátricos y que fueron completamente desoídas; los informes de Médicos sin Fronteras y Amnistía Internacional, y los desgarradores testimonios de residentes, cuidadoras y familiares conducen todos a la misma conclusión: había alternativas al ‘protocolo de la vergüenza’, claro que las había.
Los bulos de Ayuso y su equipo, ya desmontados, tratan de esconder, como muy bien dice una anciana en este reportaje, “la puñetera realidad”, que no es otra que fallaron a los más vulnerables, a los que tenían que haber protegido de inmediato, entre otras poderosas razones porque se sabía que el covid tiene en su punto de mira a la población mayor. Como poco, resulta inaudito.
“Es una oportunidad para exigir una cambio de modelo en el sector de los cuidados”
Esta colosal crisis sociosanitaria es una oportunidad de oro para exigir una cambio de modelo en el sector de los cuidados. En poco tiempo, a la generación del llamado ‘baby boom’, la nacida en los años sesenta, la más longeva y numerosa, le toca jubilarse. Es inaplazable un plan para arrebatar de las codiciosas garras de los fondos de inversión un servicio cuya titularidad y gestión tienen que ser cien por cien públicas y para dignificar las condiciones de trabajo en un sector feminizado y con una escandalosa precariedad.
Si lo que ha pasado con nuestras ancianas y ancianos no nos conmueve profundamente y no nos hace reaccionar y exigir cambios y responsabilidades para que de ningún modo y bajo ninguna circunstancia se repita, entonces tenemos un problema más grave aún que el cambio climático y todas las crisis económicas juntas. Si como sociedad, como grupo humano obligado a vivir solidariamente en comunidad porque nos va la vida en ello, no somos capaces de blindar la protección de los más débiles, no habrá avance tecnológico ni científico que nos salve. Les invito a que lo piensen.
Reportaje: