
Detalle de Susana y los viejos, de Artemisia Gentileschi
FOTO: BANCO DE IMÁGENES DEL MUSEO DEL PRADO
Concha Mayordomo ante el lienzo de Guercino, «Susana y los viejos».
FOTO: FRAN LORENTE
Un pasaje bíblico, «Susana y los viejos», ha sido representado decenas de veces en la historia del arte. No se conoce un número exacto de versiones de esta antiquísima historia que relata un intento de violación, pero entre sus creadores hay firmas tan excelsas como las de Tintoretto, Pedro Pablo Rubens, Paolo Veronés o José Ribera –todos hombres– que han elevado la imagen a leyenda pictórica.
En primer lugar, sepamos quién era esa Susana acosada y casi violada que tanto gustaba representar a los pintores del renacimiento y el barroco. Susana fue un personaje perteneciente al Libro bíblico de Daniel, una mujer judía, casada, que vivió en el exilio babilónico de los siglos VII-VI aC. Acusada de adúltera por un par de jueces concupiscentes que se dedicaron a espiarla e intentaron violarla mientras se bañaba, es un ejemplo claro de que, contra las mujeres, tomarse la justicia por su mano y por las bravas ha sido la norma durante siglos, y hasta bien cerca de nuestros días. La tal Susana se negó a semejante agresión y, sin más, fue condenada a pena de muerte. Así se las gastaban en el siglo sexto: o te dejabas violar por los jueces, o te ajusticiaban. A pesar de todo, la verdad triunfó y los sentenciadores, esos jueces ancianos y rijosos, fueron finalmente los ejecutados. Los historiadores del arte mantienen que pueden existir hasta cerca de 80 versiones pictóricas de esta historia babilónica de agresión sexual, muchas de ellas no documentadas o perdidas. De todas, solo una podemos calificarla de abiertamente feminista, la de la pintora barroca italiana Artemisia Gentileschi.
Artemisia: violada por su maestro
No es que en el siglo XVI el feminismo reinase sobre la faz de la tierra. Artemisia Gentileschi, joven pintora romana nacida en 1593, aprendió en el taller de su padre, Orazio, seguidor de la escuela romana de Caravaggio, porque el acceso a la enseñanza de las academias profesionales de Bellas Artes, como muchos otros aprendizajes, estaba vedado a las mujeres. Concha Mayordomo, artista, gestora cultural y comisaria independiente, relata en su blog que Gentileschi padre le puso un preceptor privado, Agostino Tassi, que pensó que tomarse la molestia de enseñar la técnica de los pinceles a una joven de dieciocho años le daba derecho de pernada. Tassi violó a Artemisia.
La historia está profusamente documentada, según Mayordomo, que ha estudiado y ha comisariado decenas de exposiciones sobre la invisibilidad de las mujeres artistas y sobre la violencia de género en la pintura. Al principio, Tassi, profesor de Artemisia, prometió salvar la reputación de la joven casándose con ella, pero más tarde renegó de su promesa… porque ya era casado. El padre de Artemisia lo denunció ante el Tribunale Criminale del Governatore di Roma.
De este proceso, que duró nueve meses, impresiona la crudeza del relato de Artemisia y los métodos inquisitoriales del tribunal. No sólo había sido violada, sino que los jueces se esmeraron más en ir contra ella que en esclarecer la verdad. Artemisia fue sometida a un humillante examen ginecológico y torturada, usando un instrumento que apretaba progresivamente cuerdas en torno a los dedos, una tortura particularmente cruel para una pintora. De esta manera se pretendía verificar sus acusaciones, ya que se creía que si una persona dice lo mismo bajo tortura que sin ella la historia debe de ser cierta. Finalmente, Tassi fue condenado a un año de prisión y al exilio.
Susana y los viejos, de Artemisia Gentileschi
FOTO: BANCO DE IMÁGENES DEL MUSEO DEL PRADO
Arte para combatir el estrés postraumático
Aquí es donde aparece, de nuevo, la escena de “Susana y los viejos”. La obra más importante de Artemisia, unas de las primeras pintoras de la historia, recrea esa escena bíblica que, como decíamos, ha sido representada reiteradamente por decenas de pintores barrocos. Ahora bien, sólo el lienzo de Gentileschi puede contemplarse como una de las primeras representaciones del feminismo en el arte. El lienzo, cuyas medidas son 170 cm de alto y 121 cm de ancho, se conserva en el Castillo de Wissenstein, Pommersfelden (Alemania).
La “Susana” de Artemisia se muestra aterrada y avergonzada por los viejos que la acosan, en lugar de mostrarla coqueta o simplemente tímida o indiferente, como otros artistas que la pintaron. Las diferencias entre los cuadros «Susana y los viejos», por ejemplo, de Paolo Veronés (Museo del Prado) y Artemisia Gentileschi son profundas y reveladoras, no solo desde el punto de vista artístico, sino también en cuanto a la mirada de género, la empatía hacia la figura femenina y la interpretación del relato bíblico. La Susana de Veronés se muestra más como un objeto de contemplación estética, su desnudez está idealizada y aunque hay una cierta incomodidad en su gesto, no transmite angustia intensa. Se diría que Susana está pactando los términos de su propia violación. Lo mismo podría decirse de la “Susana y los viejos” de Rubens, que se puede visitar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Los pintores varones utilizan el mito de Susana como pretexto para mostrar la sensualidad del cuerpo femenino, no para contar la historia de una agresión sexual.
El tono emocional en el lienzo de Gentileschi, sin embargo, es tenso, de miedo y produce empatía. Susana aparece claramente incómoda, con el cuerpo contraído, girando la cabeza en gesto de rechazo. La amenaza de los ancianos se siente física y psicológicamente cercana. Se percibe vulnerabilidad y resistencia. Hay terror real, no idealización.
Que el tono emocional del cuadro de Artemisia pueda ser interpretado hoy como una expresión de feminismo temprano es, lógicamente, producto de la vivencia personal de la artista. Pelear en los tribunales por demostrar una violación siempre es una ardua tarea, incluso en nuestros días. Imaginemos por un momento lo que debían ser las salas de juicios de la Roma del siglo XVI.
Versiones de Susana y los Viejos de Guercino, Tintoretto y Veronese
FOTOS: BANCO DE IMÁGENES DEL MUSEO DEL PRADO / FRAN LORENTE
Lo cierto es que, después de un matrimonio de conveniencia para restituir su honor, Artemisia no dejó de pelear su lugar como pintora. Le cabe el honor de haber sido la primera mujer en ingresar en la Academia del Dibujo de Florencia y disfrutar de gran éxito. Artemisia no se arredró ante nada ni nadie, y muchos de sus lienzos posteriores muestran a mujeres potentes y maduras vengándose de sus agresores: “Judit decapitando a Holofernes”, o “Yael y Sísara” en la que una dama, Yael, aparece como la heroína que salva a Israel matando a Sísara: le clava un punzón en la cabeza. Para los estudiosos del arte no hay duda: tanto Holofernes como Sísara tenían el mismo aspecto que Agostino Tassi, el violador de Artemisia.
Concha Mayordomo ante el lienzo de Guercino, «Susana y los viejos».
FOTO: FRAN LORENTE
Con claro compromiso por la igualdad, la violencia de género y la visibilidad de la mujer artista, Concha Mayordomo ha comisariado muchas exposiciones tanto nacionales como internacionales. En su blog, Mayordomo ha recopilado más de 1.200 biografías de otras tantas mujeres que se han dedicado al arte en el pasado y el presente. Porque la historia del arte ha invisibilizado a las mujeres artistas, generando un relato en masculino y excluyendo la mirada de y sobre las mujeres. Grandes creadoras, con un corpus de obra artística extraordinario, han sido anuladas a pesar de cumplir los mismos parámetros de éxito que los artistas mundialmente conocidos. Desde los años 70 el feminismo y los estudios de género vienen construyendo una historiografía que completa la mitad ausente del relato global.