
FOTO: FRAN LORENTE
En medio del ruido de la ciudad la memoria resiste bajo nuestros pasos. No la buscamos, tropezamos con ella. Las Stolpersteine, pequeñas piedras doradas incrustadas en algunas calles de Madrid, interrumpen la rutina de nuestro tránsito, nos obligan a detenernos y mirar atrás. Cada una recupera una historia olvidada y transforma una acera cualquiera en un lugar de memoria.
No existe placa alguna que advierta al visitante que, en el corazón de la frenética Puerta del Sol, lo que hoy es la sede del gobierno regional fue, antaño, la Dirección General de Seguridad, un inframundo donde el régimen franquista sembró torturas y pesadillas.
En la madrileña calle de Conde de Peñalver número 53, una apacible residencia de ancianos de estilo neomudéjar oculta entre sus muros la oscura memoria de represión silenciada y de creación poética en medio del dolor. En su fachada una aséptica y vergonzosa inscripción conmemorativa señala que “en este lugar” Miguel Hernández alumbró sus célebres Nanas de la cebolla. “Este lugar” fue la siniestra cárcel de Torrijos, donde el poeta alicantino compartió infortunio con más de 3.000 presos republicanos, entre ellos el humorista Miguel Gila. Nada en sus pasillos cuidadosamente rehabilitados, ni en la asepsia de sus estancias, recuerda que allí se castigaron ideas, se escribió poesía entre barrotes y cada rincón fue testigo de noches sin libertad y voces que resistieron entre susurros.
La reciente exposición Madrid Icon Pop, 1964-1969 provocó críticas por parte de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), que la acusó de «blanquear» la dictadura franquista al presentar imágenes de la vida urbana de aquellos años sin mencionar la represión: torturas, exilio, persecución.
FOTO: FRAN LORENTE
Memoria bajo los pies
Son solo algunos ejemplos de cómo Madrid lidia con su memoria: con silencios, con fachadas remozadas que borran huellas, con exposiciones que omiten contextos incómodos. Pero también hay resistencia. Humilde, persistente. Cotidiana. Las Stolpersteine madrileñas (en alemán piedras con las que se tropieza), incrustadas en el pavimento, susurran lo que otros intentan borrar. Estos diminutos adoquines forrados de latón dorado escriben lo que la historia oficial calla. Porque en cualquier rincón insospechado nos vemos empujados a inclinarnos. No solo para leer, sino también para recordar. Porque la memoria aquí se pisa.
Bajamos la mirada frente al número 23 de la calle de Embajadores:
Aquí vivió MIGUEL BERTOL GARCÍA
Nacido 1922
Exiliado Francia
Deportado 1940
‘Convoy 927’ Mauthausen-Gusen
Asesinado 10.2.1942 Hartheim
Miguel fue uno de los deportados más jóvenes. Se exilió en Francia tras la Guerra Civil y fue arrestado en 1940. Deportado a Mauthausen-Gusen, murió en el castillo de Hartheim, víctima del programa nazi de eutanasia. Apenas contaba 20 años.
En toda la Comunidad de Madrid se han colocado cientos de Stolpersteine, esas pequeñas placas de latón brillante que, a modo de los antiguos telegramas, nos relatan frente a su último domicilio historias de exilio, persecución y muerte de los madrileñas y las madrileñas víctimas de la represión franquista y el nazismo. La primera instalación en la capital se realizó el 26 de abril de 2019 y desde entonces el número ha ido creciendo gracias a iniciativas locales y a los familiares de las víctimas. “Hay muchos deportados en la ciudad de Madrid, unos 450 que nacieron aquí y otros 250 ó 300 que vivían aquí y pueden tener su Stolpersteine”, explica Jesús Rodríguez, promotor del proyecto en Madrid. Junto a Isabel Martínez lleva años rastreando archivos, siguiendo huellas, empapándose de biografías… Una tarea ardua que culmina con la colocación de una placa más.
Como la que nos tropezamos frente al portal 19 de la calle Rafael Calvo, en Chamberí:
Aquí vivió
ELIANE SOPHIE BROWNE BARTROLÍ
Nacida 1917
Resistente Francia
Detenida Marsella
Deportada Dachau
Asesinada 12.9.1944
De madre madrileña y padre británico, Eliane fue miembro de la resistencia en Marsella y detenida por la Gestapo, deportada a Dachau y asesinada el 12 de septiembre de 1944. Su historia es especialmente significativa por ser una de las pocas mujeres condecoradas por su papel activo frente al nazismo.
Familiares, escuelas, asociaciones históricas o ciudadanos proponen nombres. Ahí se inicia un apasionante recorrido sustentado en diferentes donaciones, aportaciones y la generosidad sin límites de Isabel y Jesús. “La financiación se basa en la buena voluntad de la gente y que les guste el proyecto. Nosotros pagamos las piedras y después vamos recuperando poco a poco el dinero. Hemos puesto más dinero del que hemos recibido. La iniciativa cada vez se conoce más y hay mayor participación de la ciudadanía”, explica Isabel.
“Creemos que este es un proyecto muy importante, en el caso de Madrid ya ha conseguido colocar 102 adoquines en diferentes distritos de la ciudad en poco más de cinco años, de los casi 450 que se prevé instalar en toda la región. Por primera vez sitúa a España, y en concreto a la ciudad de Madrid, en un contexto europeo dentro de la cultura de la memoria democrática”, asegura Jorge Nacarino, presidente de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM).
Otro de esos adoquines nos hace “tropezar” frente al número 41 de la calle de Santa Isabel:
Aquí vivió FERMÍN LUIS GARCÍA
Nacido 1916
Exiliado Francia
Internado Salzburgo
Deportado 1941
Mauthausen-Ebensee
Liberado
Fermín, hombre comprometido con los más desfavorecidos, fue novillero y futbolista. Fue arrestado durante su exilio en Francia y enviado al campo de concentración de Mauthausen. Aunque sobrevivió a la liberación del campo, las secuelas sufridas terminarían por acabar con su vida.
De Alemania a Europa
La idea de colocar adoquines para recordar a las víctimas del nazismo se remonta a la Alemania de mediados de los años 90, cuando el artista Gunter Demnig propuso intervenir el espacio público con pequeñas placas que devolvieran a las víctimas su último lugar conocido: la casa donde vivieron antes de ser arrestadas, deportadas y asesinadas. “Cada nueva colocación alcanza a nuevas personas, quienes llevan la experiencia a sus familias y amistades, y así sigue difundiéndose. La mayoría de los iniciadores o solicitantes fuera de Alemania se enteraron de nuestro monumento artístico por este tipo de difusión, o lo vieron durante una visita a Alemania y se informaron sobre cómo colocar Stolpersteine en su localidad. La fama de nuestro monumento artístico se ha expandido como un efecto bola de nieve a 31 países europeos”, explica desde Alemania Katja Demnig, esposa del artista y directora ejecutiva de la Fundación Rastros Gunter Demnig.
Hasta la fecha son más de 116.000 Stolpersteine colocados en más de 1.860 municipios de 31 países europeos, la mayoría en Alemania. Las baldosas amarillas se han convertido en el memorial descentralizado más grande del mundo. En 2024 se alcanzó la cifra récord de producción, cuando siete diseñadores hicieron a mano casi 6.000 piezas, golpeando letra por letra en la placa de latón, para fundirla después. Günter Demnig, a pesar de su avanzada edad, viaja todavía a las primeras instalaciones de una ciudad en su furgoneta roja y recorre alrededor de 50.000 kilómetros anualmente. “En muchos países ha llevado tiempo tomar conciencia de que el periodo del nacionalsocialismo no fue algo exclusivamente presente en Alemania, sino que también influyó –y de manera duradera– en los acontecimientos políticos de muchos otros países”, asegura Katja Demnig.
En cualquier esquina puede sorprendernos otro “tropiezo” de la memoria. Como En Argumosa 5:
Aquí vivió
CONSTANZA MARTÍNEZ PRIETO
Nacida 1917
Exiliada Francia
Resistente Straflager Neue Bremm
Deportada 1944
Ravensbrück, Leipzig
Liberada
Constanza fue militante socialista desde muy joven. En París fue detenida por la Gestapo y enviada al campo de Ravensbrück. Sobrevivió al horror y regresó a Francia, donde formó una familia. En 1972 se instaló en Barcelona y se convirtió en vicepresidenta del Amical de Mauthausen hasta su fallecimiento en 1997.
Aprender caminando
Las Stolpersteine no son solo monumentos: son recursos didácticos, vehículos de aprendizaje experiencial que activan la conciencia crítica de quienes las descubren. En Madrid, cada vez más institutos se suman a iniciativas que proponen rutas de la memoria, en las que los estudiantes recorren las calles, se detienen ante los adoquines dorados y reconstruyen biografías borradas por la historia oficial. “Desde los institutos se desarrollan trabajos que, con otro tipo de memorial, no habían dado lugar a estudios realizados por los alumnos”, asegura Isabel Martínez. El tropiezo se convierte en aprendizaje. “Al situarse en la vía pública pueden estar cerca de un instituto o de la casa de alguien, por lo que no es un monumento que tengas que ir a buscar a un cementerio, una plaza o un parque. Está en la propia calle, te lo encuentras por la calle”, añade Jesús Rodríguez.
Este tipo de iniciativas no solo recuperan vidas olvidadas, sino que también despiertan en los jóvenes una sensibilidad histórica que trasciende el aula. Y es precisamente esta conciencia crítica –nacida al pie del adoquín dorado– la que se vuelve esencial frente a los desafíos ideológicos del presente. En un contexto global en el que los discursos extremistas se infiltran cada vez con mayor sutileza en la esfera pública –a través de redes sociales, entornos educativos o incluso instituciones políticas– se hace urgente cultivar en los jóvenes la capacidad de detectar, cuestionar y resistir estos relatos. “Deben comprender cómo protegerse a sí mismos y a los demás de las influencias dañinas de personas que, mediante el odio, la violencia y la difamación, amenazan con destruir los valores democrático-liberales que tanto nos ha costado construir, así como el orden y la seguridad para todos”, afirma Katja Demnig.
Un operario municipal y la familiar de un deportado colocan una nueva placa Stolpersteine.
En tiempos de confusión ideológica y promesas tentadoras, la memoria histórica debe servir como advertencia silenciosa pero poderosa. “Que cualquiera de estos jóvenes que hoy pueden sentirse atraídos por estas ideologías también pueda, algún día, agachar la cabeza y ver que ese adoquín dorado representa la huella de la vida de alguien que, como la suya o la de cualquiera de sus amigos, se truncó por culpa de una sociedad enferma que acabó dando el poder a un tirano que les prometió solucionar los problemas con una receta basada en el odio al diferente”, aporta Jorge Nacarino.
Las piedras doradas continúan prestando su brillo al mapa de la memoria que, poco a poco, se dibuja en el corazón de nuestras calles. “Lo más educativo e impactante es encontrarla sin saber que estaba allí. Lees ese nombre, y no se te olvida jamás”, concluye Jesús Rodríguez.