“Las cajeras tenemos pesadillas y dolores de cabeza por el estrés”

Fue una locura”, responde Ana Belén Casado, cajera de un hipermercado de Alcorcón cuando se le pregunta qué ocurrió en las grandes superficies tras el anuncio el 9 de marzo del cierre de los colegios para contener la pandemia del coronavirus. En los 26 años que lleva cobrando al público nunca había vivido algo similar. Secretaria del comité de empresa y delegada de prevención de riesgos laborales en la Unión Comarcal Oeste, el sector al que pertenece es uno de los más expuestos al contagio. Desde hace un mes lucha sin descanso para proteger a sus compañeras.

Ana Belén Casado, cajera de hipermercado

Tenemos miedo y preocupación”, afirma Ana Belén Casado. “Nos preocupa contagiar a nuestros familiares cuando llegamos a casa, ya que en un día podemos llegar a atender entre 100 y 150 personas y eso significa estar expuestas a una gran carga viral. Pero tenemos que trabajar, no nos queda otra”.

Si el anuncio del cierre de los colegios provocó una afluencia masiva a las grandes superficies, el decreto del estado de alarma originó aglomeraciones nunca vistas. El centenar de empleadas que componen la plantilla de cajeras del hipermercado donde trabaja Ana Belén soportó desde los días previos al confinamiento tal presión y estrés que los dolores de cabeza, las pesadillas y los sueños perturbadores relacionados con la muerte han sido generalizados. “Las compañeras empezaron a recibir llamadas para que fueran a trabajar fuera de sus turnos o adelantaran la entrada. Se colapsaron también los envíos a domicilio hasta el punto de que no se garantizaban las entregas hasta diez días después”, señala la delegada sindical.

Al ser fundamental el abastecimiento alimentario a la población, la crisis provocada por el Covid-19 ha otorgado protagonismo en los medios de comunicación a unas trabajadoras que soportan una escandalosa precariedad laboral. Estar durante horas cobrando en una caja es una tarea enormemente dura y mal pagada. De tanto movimiento repetitivo, las cajeras desarrollan todo tipo de patologías músculo-esqueléticas, contracturas, tendinitis y síndrome del túnel carpiano. Y al trabajar de cara al público están expuestas, además, a riesgos psicosociales. “Nos encontramos en ocasiones ante situaciones que nos afectan emocionalmente. Cuando se produce un incidente en caja y el cliente tiene que esperar somos nosotras las que soportamos su enfado, y de ninguna manera podemos responderle”.

Pendientes de un teléfono

Si al menos recibieran un sueldo decente podrían sentirse recompensadas, pero el salario de la inmensa mayoría no alcanza los mil euros. Para cobrarlos tendrían que trabajar 40 horas semanales, y no es lo habitual, ya que la parcialidad en las jornadas es otra de sus señas de identidad. “La jornada más habitual es la de 120 horas al mes, que se traducen en 800 euros”, explica Ana Belén. Ella se considera afortunada porque es de las antiguas y su contrato, anterior a la reforma laboral, le permite al menos saber con antelación sus turnos y horarios. “Pero tengo compañeras que ni siquiera tienen un mínimo de horas asignadas y se ven obligadas a vivir pendientes de un teléfono a ver si las llaman. Unas veces les dan horas suficientes y otras no”.

Imposible plantearse vivir sola con el salario de cajera. Ana Belén, que tiene dos hijos adolescentes, convive con su pareja y puede salir adelante porque en su casa entran dos sueldos, “pero conozco casos de víctimas de violencia de género que al separarse han estado a punto de quedarse sin casa por no poder hacer frente a la hipoteca. Lo tenemos muy difícil. Pertenecemos al sector de los grandes almacenes y aquí los sindicatos amarillos tienen mucha fuerza”.

Centro comercial en Majadahonda el pasado domingo 5 de abril
Centro comercial en Majadahonda el pasado domingo 5 de abril
“En un día podemos llegar a atender entre 100 y 150 personas y eso significa estar expuestas a una gran carga viral”

Nos preocupan las empleadas especialmente sensibles al contagio del virus por padecer patologías de riesgo”

“Nadie se ha escaqueado y hemos conseguido sacar el trabajo adelante, muy bien y sin ninguna queja”

Minimizar el riesgo

En este difícil contexto es en el que batalla nuestra sindicalista, siempre dispuesta a echar una mano a quien lo necesite: “Yo empecé en esto por una compañera de CCOO que ayudaba a todo el mundo y quiero seguir su ejemplo”. Desde el mismo momento en el que se declaró la pandemia y supo lo que se les venía encima inició, como representante sindical, la vigilancia y control necesarios en estos casos, así como acordar con la dirección de la empresa la puesta en marcha de medidas excepcionales de seguridad para las trabajadoras. CCOO consiguió que se anularan las jornadas partidas para minimizar los riesgos.

Nos preocupan sobre todo las empleadas especialmente sensibles al contagio del virus por padecer patologías de riesgo. Desde el principio enviamos cartas a la empresa para que se las protegiera, porque, claro, podemos adaptar el puesto para minimizar el riesgo, pero la seguridad al 100% no existe cuando estás en contacto con el público”. Y en ocasiones los clientes no son conscientes de que hay comportamientos que las perjudican. “Se nos quejan por el hecho de que no pueden venir en pareja a realizar la compra, no se dan cuenta de que duplican el riesgo de exposición. En un hospital, sin embargo, es impensable que se discutan las normas”, manifiesta la sindicalista.

Ana Belén subraya el esfuerzo y responsabilidad que han demostrado las empleadas de los supermercados. “Nadie se ha escaqueado y hemos conseguido sacar el trabajo adelante, muy bien y sin ninguna queja”. También se siente orgullosa por la solidaridad que han mostrado sus compañeras donando dinero para llevar agua al hospital de Alcorcón.

El misterio del papel higiénico

La compra compulsiva de papel higiénico en los días previos a que se decretara el estado de alarma no es una leyenda urbana. Ana Belén fue testigo directo del afán acaparador de rollos para el váter y asegura que ni ella, ni sus compañeras, ni sus jefes se lo explican. “Hubo empujones para hacerse con los rollos. Fue una sorpresa para todas nosotras y seguimos sin entenderlo”. El misterio, pues, continúa.

Se ha cumplido un mes desde el confinamiento. El ambiente en las grandes superficies se ha relajado y el público suele comportarse. “Sigue habiendo gente que se viene a hacer la compra como el que va de excursión, o como una excusa para salir de casa y se acerca todos los días a por la barra de pan y los 100 gramos de jamón de york”, protesta.

Cuando finalice el estado de alarma y podamos de nuevo salir a la calle, Ana Belén lo celebrará con una barbacoa familiar en la casa que tiene en un pueblo de Toledo.

“Yo empecé en esto por una compañera de CCOO que ayudaba a todo el mundo y quiero seguir su ejemplo”
Estas trabajadoras soportan una escandalosa precariedad laboral y cobran un salario que no da para vivir
Hubo empujones por el papel higiénico. Para las empleadas de los hipermercados también es un misterio