No han aprendido nada. Una nueva pandemia se llevaría por delante más de 7.291 vidas

Por Carmen Troya y Paloma Tolentino 

Carmen Troya y Paloma Tolentino, autoras de este artículo, son trabajadoras del Sector de Dependencia de la Comunidad de Madrid. Nos llevan de la mano por un recorrido que expone las carencias y desafíos de un sistema que, lejos de cuidar, está fallando a quienes más lo necesitan. Es necesaria una llamada urgente a la acción, a la reforma y, sobre todo, a la dignidad. Porque en algún momento todos seremos mayores y merecemos un futuro en que el cuidado sea sinónimo de respeto y humanidad.

En un rincón de la Comunidad de Madrid, nuestra residencia de PPMM Plata y Castañar se enfrenta a una crisis silenciosa, pero devastadora. Las historias que vemos en sus pasillos revelan un panorama desolador: las trabajadoras estamos exhaustas, los servicios están deteriorados y la gestión que parece mirar hacia otro lado. Este documento, escrito con la pasión y el dolor de quienes vivimos esta realidad día a día, invita a reflexionar sobre el estado del sector de la Dependencia. Nuestra demoledora conclusión en estos últimos cinco años se resume en que “no hemos aprendido nada”.

La pandemia por COVID-19 se llevó por delante las vidas de 7.291 personas. Murieron en soledad y solo acompañadas de gente como nosotras, sus cuidadoras, gerocultoras, su único refugio en su último trance. Alguna compañera lo pagó con su vida y su salud. Su generosidad y el gran regalo de mantenerse al lado de los más vulnerables y de los que más solos estaban, a pesar de las dificultades, fue su ofrenda. Abandonamos a nuestras familias por humanidad con los demás, a pesar de las infames condiciones laborales y la falta de medidas de protección con las que nos enfrentamos. Ahora, echando la vista a atrás, no nos arrepentimos, pero de poco nos ha servido. Nada ha mejorado para nosotras.
Las empresas se acostumbraron a que con poco personal sacábamos el trabajo en condiciones muy difíciles a marchas forzadas. Esta circunstancia, que creíamos puntual y debida a circunstancias especiales, se ha prolongado en el tiempo y se traduce en una deriva in crescendo de precarización de la atención. Lo llamamos “maltrato por omisión”.

Nunca olvidaremos el sufrimiento, el abandono, la falta de empatía de los responsables de las empresas, y la infamia del Gobierno de la Comunidad de Madrid: “el protocolo de la vergüenza”. La pandemia acabó de manera inhumana y echó por tierra las ilusiones de muchos que pensaban que sería una oportunidad para cambiar las cosas.

No es raro que, debido a la falta de personal, tengamos que trabajar en nuestros días libres para poder sacar adelante el trabajo

Exterior de un centro de mayores en Madrid

Cinco años en declive

Desde hace varios meses observamos con preocupación cómo el deterioro en los servicios de la residencia PPMM Plata y Castañar se hace cada vez más evidente. Esta situación afecta profundamente a las personas usuarias y no escapa a la repercusión en la calidad del servicio y en la salud y el bienestar de los profesionales que allí trabajamos. Lo que antes era un centro que ofrecía cuidados con dedicación y esmero, hoy se enfrenta a una crisis que parece no tener fin. La mayor preocupación es que las personas que más sufren las consecuencias de todo esto son, precisamente, las más vulnerables: los usuarios. No es exclusivo de este centro, las casi 500 residencias de la Comunidad de Madrid reproducen este mismo patrón.

De los problemas más graves que estamos viviendo y que empeora la situación previa al 20 de marzo de 2020, la falta de personal es el más relevante. Bajas por incapacidad, días de libre disposición y vacaciones no se cubren de manera adecuada y ocasionan una sobrecarga de trabajo que afecta a departamentos esenciales. El día a día en estos centros es cada vez más complicado y las personas trabajadoras nos vemos obligadas a asumir tareas adicionales para cubrir esas ausencias, reflejándose en la calidad del servicio que prestamos a los y las residentes. No olvidemos que las personas a las que cuidamos en estos centros necesitan ayuda; de lo contrario, estarían en sus casas.
La carga de trabajo a la que estamos sometidas las profesionales nos preocupa enormemente. En numerosas ocasiones, el trabajo que correspondería a una compañera que está de baja recae sobre el resto del equipo. Esta situación no hace más que generar una cadena de agotamiento y estrés que termina afectando a todos. No es raro que, debido a la falta de personal, tengamos que trabajar en nuestros días libres para poder sacar adelante el trabajo, lo cual nos deja extenuadas, sin olvidar el paulatino envejecimiento de las plantillas. Tenemos casos como el de trabajadoras de 67 años que atienden a residentes de 65, lo que hace aún más difícil sobrellevar la carga de trabajo, que ya de por sí es muy exigente.

A pesar de lo que estamos viviendo, las direcciones de los centros parecen no tomar conciencia de la gravedad de la situación. En lugar de actuar y poner soluciones sobre la mesa, se limitan a justificar la falta de personal con excusas, como que no encuentran trabajadores. Pero la realidad es mucho más compleja. Las condiciones laborales en el sector de la Dependencia son cada vez más difíciles: los salarios son bajos, las jornadas son mayormente parciales y, lo más preocupante, el trabajo que realizamos no recibe el reconocimiento que merece ni por las empresas, ni por los familiares, ni por la sociedad. Esto crea una desconexión alarmante entre lo que se espera de nosotras y lo que realmente podemos ofrecer con los recursos que nos facilitan.

Dependencia: una crisis silenciosa y devastadora

Este sector necesita una reforma profunda. Es urgente mejorar las ratios de personal, aumentar los salarios, ofrecer condiciones laborales dignas y, por supuesto, garantizar un mayor reconocimiento tanto a las trabajadoras como a las personas usuarias. No podemos seguir ignorando que, en algún momento, todas seremos mayores. Y si la situación no cambia, si no mejoramos las condiciones laborales, será muy difícil encontrar personas dispuestas a dedicar su vida al cuidado de los demás de manera profesional.

Es momento de exigir cambios, de luchar por un sector que reconozca el valor de estas profesionales. No podemos seguir esperando a que las soluciones lleguen solas. Es responsabilidad de la sociedad, en su conjunto, asegurarse de que quienes cuidan a las personas mayores lo hagan en condiciones dignas.

La pandemia acabó con muchos de nuestros residentes, así como con la ilusión de hacer de la desgracia virtud. Podría haber sido una oportunidad para cambiar las cosas, pero el sector de la Dependencia en la Comunidad de Madrid, en una población altamente envejecida, sigue siendo una asignatura pendiente.