Los movimientos vecinales, una herramienta para luchar contra la desigualdad
Por Enrique Villalobos Juan. Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM).
Salimos de casa y no siempre somos conscientes de todo lo que tenemos o, mejor dicho, de todo lo que hemos conseguido. Aunque no es igual en todos lados, pues depende mucho del grado de organización del vecindario, casi siempre con una asociación vecinal detrás. Tanto la placa con el nombre de la calle, porque si no está no te llega el correo, como el semáforo de la esquina, muy probablemente estén ahí tras alguna oportuna intervención y gracias a la organización colectiva de vecinas y vecinos en una asociación vecinal. A menudo con una reclamación presentada por escrito, otras veces en el turno vecinal del pleno municipal exigiendo solución a ese problema que la gente comenta en el bar o en el ascensor sin pasar de ahí, de un simple comentario. Y muchas, muchas más de las querríamos, saliendo a la calle, megáfono en mano, a denunciar lo que la administración que sea está desatendiendo. La diferencia entre tener unas condiciones mínimas o no tener nada, suele ser que en el barrio haya o no asociación vecinal. Da igual de lo que hablemos, la vivienda, la educación y la sanidad públicas, o servicios elementales como la limpieza. Si el vecindario no está organizado, el gobierno de marras nos dejará en el montón de “pendientes”, en el de “postergar” o, peor aún, en el de “denegado ”. Por eso, si ves que algo falta o no está bien, el lugar al que acercarte a buscar la solución es la asociación de tu barrio, más que nada porque seguro que tienes una cerca y lo de inventar la rueda cada vez que pasa algo es muy poco eficiente.
Pero , las asociaciones vecinales no somos una oficina de atención a la ciudadanía, tampoco somos “teledesahucio” ni un comercio “take away” de derechos o servicios, al que dirigirnos para que nos solucionen la vida por un módico precio. Somos un espacio de “toma y daca”, de hoy por ti y mañana por mí, de organización colectiva altruista, que no desinteresada. Nos interesamos por los problemas del barrio, pero las soluciones las abordamos colectivamente, con el esfuerzo de todas y todos. Ese es el precio y su valor. Lo contrario es lo que ciertos gobiernos nos vienen vendiendo desde hace ya demasiado tiempo. Aquello de que estemos tranquilos, que nos despreocupemos, que ya se encargan ellos, que nos dediquemos solo a trabajar y disfrutar de nuestro tiempo libre y, por supuesto, a votarles cada cuatro años. Pero luego llegan los problemas y solo atienden a los de siempre, a quienes más tienen, al más puro estilo de la ley de la selva, la ley del más fuerte.
"Si el vecindario no está organizado, el gobierno de marras nos dejará en el montón de pendientes, en el de postergar o, peor aún, en el de denegado"

Estar en una asociación vecinal supone un esfuerzo, el de participar en asambleas, en trabajos comunes, el de asumir tareas y responsabilidades. Todo ello, como es lógico, en nuestro tiempo libre, a menudo robándoselo a la familia, al descanso o a alguna afición. Sí, es cansado, a veces agotador, pero la alternativa es dejarlo todo en las manos de los que no miran por el bien común, de los que están haciendo de nuestras ciudades espacios invivibles, donde la vivienda escasea porque proliferan los pisos turísticos o porque el gobierno regional no pone límite a los precios de venta y alquiler, siendo inasumibles para las trabajadoras y trabajadores, más aún para las que se encuentran en situación de desempleo.
Sí, cansa, muchas veces es agotador, pero la alternativa es dejarlo todo en manos de los que no les importa talar cientos de árboles por una obra que podría hacerse de otra manera, que igual les da que un barrio se quede sin sombra en verano o que las niñas y niños de un colegio TEA tengan que convivir durante años con las obras del Metro. Por supuesto que es cansado, participar en una asociación vecinal por momentos agota, pero como les dijo Pericles a los atenienses, debemos elegir entre ser libres o descansar. Yo le añadiría también lo de ser iguales, porque basta ya de tanta desigualdad, basta ya de que Madrid sea esa ciudad y esa región tan desequilibrada, con tantas diferencias entre el noroeste rico y pudiente y el sur y este depauperados. Que digo yo que ya ha llegado la hora de que el “salario social” se reactive y que en los barrios nuestra salud no dependa del código postal, por ejemplo. Así que sí, lo de descansar no es una opción, pero es que además el esfuerzo trae consigo su recompensa. Me gustaría decir que la recompensa del logro, pero seamos sinceros, no todas las luchas que se abordan consiguen su objetivo, qué más quisiéramos. Pero sí me atrevo a decir que muchas más de las que imaginamos. Estoy pensando ahora mismo en ese grupito de vecinas y vecinos que, organizadas en la asociación vecinal, recogen firmas en su bloque de vivienda social para que la AVS limpie y arregle el edificio. Y tras varias reuniones con los técnicos responsables y después de más tiempo del deseable empiezan a llegar los primeros arreglos, pero ellos mismos siguen sin creerse el poder que tienen y achacan el resultado a cualquier otra causa, cuando han sido ellas y ellos, con su esfuerzo, quienes han arrancado ese logro a la AVS.

Otras veces es mucho más difícil. Y me viene recurrentemente a la memoria y al sentimiento la larga lucha que tuvieron que librar las afectadas y afectados por la venta de viviendas IVIMA al fondo buitre Goldman Sachs. Cientos de asambleas, reuniones, manifestaciones, apariciones en medios, gestiones antidesahucios, denuncias, etc. Todo ello y mucho más en ocho largos años, en los que muchas veces nos acechó la tentación de flaquear, pero la obstinación vecinal nos llevó hasta un final exitoso, en el que la Comunidad de Madrid tuvo que recuperar las 2.935 viviendas malvendidas a los buitres. Sea como sea, ganando y perdiendo, lo que sí se consigue normalmente es la sensación que tuvimos las cientos de miles de personas que nos manifestamos el pasado año en defensa de la sanidad pública. Ese saberse acompañado de otras de igual o distinta condición, en algo que sabemos llevamos la razón. Esa sensación de compañía, de cuidado mutuo, de compañerismo y, por qué no decirlo, de pasarlo bien. Porque de esto hablamos poco y también es un gran resultado de la organización colectiva: los buenos momentos que tenemos y que no sólo son muchos, sino que son la mayoría del tiempo presencial en la asociación. ¿A que eso no te lo habían contado? Las risas de la chavalería en las actividades infanto-juveniles, en el grupo de ganchillo, en el huerto urbano, en la comisión que organiza la carrera popular o las fiestas del barrio, en el grupo de senderismo. Porque no olvidemos el poder subversivo de la risa, ni que reír es la forma más sublime de ejercer la resistencia. Reír, pasarlo bien en compañía de otros, cambiar las cosas, ¿quién puede ofrecer algo igual? ■