La juventud española: entre la precariedad y las falsas promesas

Por Alan Barroso Arrufat. Politólogo

Te encuentras en un laberinto. Cada paso que das te lleva a un callejón sin salida. Las paredes se cierran a tu alrededor, y la sensación de asfixia es cada vez mayor. Así es como se sienten muchos jóvenes españoles: atrapados en un sistema que les niega sistemáticamente las oportunidades para desarrollar vidas que merezcan la pena ser vividas. Somos la generación del “ya te llamaremos”, del “aguanta un poco más”. Nos dicen que somos unos vagos, que somos de cristal, que no queremos tener hijos. Pero la realidad es muy diferente y mucho más cruda: no es que no queramos, es que no podemos.

La cruda realidad

La juventud española se enfrenta a un panorama económico desolador. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la tasa de paro entre los menores de 25 años en España se sitúa en un alarmante 28,3%, más del doble de la media de la Unión Europea (a pesar de que sea menos del 57% que alcanzamos con Rajoy). Esto significa que casi uno de cada tres jóvenes ve cómo sus sueños y proyectos se esfuman en el aire, atrapados en un limbo de precariedad y frustración.

Y para aquellos que “tienen la suerte” de trabajar, la situación no es mucho mejor. El 55,9% de los jóvenes con empleo lo hace con contratos temporales y, según Eurostat, coloca a España a la cabeza de Europa en precariedad laboral juvenil. El salario medio de un joven español entre 16 y 29 años apenas supera los 1.000 euros al mes, cifra que palidece frente al coste de la vida, especialmente en las grandes ciudades. 

Hablando de costes, el precio medio del alquiler en las grandes urbes españolas ronda los 800 euros, llegando a superar los 1.000 en Madrid y Barcelona. No hace falta ser un genio de las matemáticas para darse cuenta de que las cuentas no salen. ¿Cómo se supone que un joven puede emanciparse, formar una familia o simplemente vivir con dignidad cuando más de la mitad de su salario se le va en pagar un techo?

Y si la idea de alquilar ya parece un sueño lejano, la de comprar una vivienda es prácticamente una fantasía. Un estudio reciente de la Fundación BBVA revela que un joven español necesitaría ahorrar durante 14 años el 100% de su salario para poder comprar una vivienda. Sí, has leído bien: catorce años sin comer, sin vestirse, sin pagar facturas. La conclusión es clara: la emancipación se ha convertido en un lujo al alcance de muy pocos.

Como consecuencia de todo esto, la edad media de emancipación en España se sitúa en los 29,8 años, muy por encima de la media europea de 26,4 años. Estamos ante una generación a la que se le niega sistemáticamente el derecho a construir un proyecto de vida independiente, una generación que, por primera vez en la historia reciente, tiene un 7% menos de riqueza que la anterior a la misma edad, según un informe del Banco de España.

Esta es la realidad que se esconde detrás de los fríos números: una generación atrapada, frustrada y cada vez más desesperada. Y mientras tanto, se les acusa de ser vagos, de no esforzarse lo suficiente. Como si el problema fuera de actitud y no de un sistema diseñado para mantenerlos en una rueda de hámster perpetua.

"Frente a las falsas promesas de salvación individual, la verdadera esperanza para nuestra generación reside en la acción colectiva"

Alan Barroso, politólogo

Los falsos profetas del éxito individual

En este contexto de desesperación han surgido como setas después de la lluvia los gurús del “éxito fácil”. Youtubers e influencers que te prometen que con su curso mágico de 997 euros (¡oferta especial solo hoy!) podrás ganar 10.000 euros al mes trabajando desde la playa. Te dicen que si eres pobre es porque quieres, que si te levantas a las 5 de la mañana y bebes batidos de espinacas, el universo conspirará para hacerte millonario. 

Pero ojo, aquí viene la trampa: estos vendedores de humo no son más que la versión 2.0 del viejo cuento neoliberal. Te venden la idea de que tu situación es culpa tuya y solo tuya. Que si no triunfas es porque no te esfuerzas lo suficiente. Convenientemente, se olvidan de mencionar las condiciones estructurales que nos han llevado a esta situación.

La verdadera salida: la organización colectiva

Frente a estas falsas promesas de salvación individual, la verdadera esperanza para nuestra generación reside en la acción colectiva. La historia nos ha demostrado una y otra vez que los grandes avances sociales no se consiguen a golpe de curso online, sino a través de la organización y la lucha conjunta. 

Los sindicatos, tan denostados por algunos, siguen siendo una herramienta fundamental para mejorar las condiciones laborales. Un estudio reciente de la Universidad Complutense de Madrid revela que los trabajadores sindicados tienen un 15% más de probabilidades de conseguir mejoras salariales que los no sindicados. Y no solo eso: la negociación colectiva ha demostrado ser mucho más efectiva para conseguir mejoras en las condiciones laborales que las negociaciones individuales, y por supuesto más efectivos que los discursos vacíos de los Llados de turno.

Una llamada a la acción 

Compañeros y compañeras de generación, es hora de despertar. No somos vagos, no somos de cristal. Somos una generación a la que se le ha negado sistemáticamente el derecho a un futuro digno. Es hora de no culparnos a nosotros mismos y empezar a señalar a los verdaderos responsables de nuestra situación. Es hora de exigir políticas públicas que aborden de raíz el problema de la precariedad.
Es hora de reclamar un sistema educativo que nos prepare realmente para los desafíos del siglo XXI, no para los trabajos del pasado. 

Y, sobre todo, es hora de unirnos. De sindicar nuestros lugares de trabajo. De crear redes de apoyo mutuo en nuestros barrios. De participar activamente en la política local y nacional. Porque, créanme, es mucho más probable que consigamos mejoras reales en nuestras vidas a través de la acción colectiva que esperando a que nos toque la lotería del éxito individual. La promesa de emancipación que nos venden los gurús neoliberales es una quimera. La verdadera emancipación, la que tiene el poder de cambiar realmente nuestras vidas, es colectiva. Y está al alcance de nuestra mano si nos atrevemos a tomarla. 

No nos conformemos con sobrevivir, luchemos juntos por el derecho a vivir. ■