La soledad de millones de trabajadoras

Han pasado más de treinta años de la que se bautizó como “sentencia de la minifalda” que, si bien condenó a pagar una multa a un empresario por abusos deshonestos a una empleada, argumentó que la joven trabajadora “pudo provocar” la agresión por “su vestimenta”. Es un ejemplo bien claro de cómo actúan los prejuicios machistas, llegando, como en este caso, a convertir a la víctima en culpable a los ojos de la sociedad.

“En el ámbito laboral, la violencia contra las mujeres no se visibiliza”

Desde entonces se han producido reformas legislativas importantísimas y se han aprobado históricas leyes de igualdad y contra la violencia de género. Pero en el ámbito laboral, la violencia contra las mujeres no se visibiliza, salvo que acabe en tragedia, como fue el caso de la trabajadora de Iveco que en 2019 se quitó la vida tras la difusión de un video suyo de contenido sexual. En general, en las empresas se trivializan los comentarios denigrantes de índole sexual a las trabajadoras, las insinuaciones obscenas, los tocamientos, las burlas sobre su aspecto físico, los email y whatsapp con imágenes sexualmente explícitas, las proposiciones insistentes para que mantengan relaciones o la difusión de información sobre su vida íntima. 

En 2016 un jefe de departamento de unos grandes almacenes acusado de acoso sexual por llamar “chochitos” a sus empleadas y escribirles notas fuera de tono fue absuelto. La normalización y tolerancia hacia estos comportamientos, considerados molestos pero ‘inofensivos’, explica la resistencia dentro de las empresas a reconocer el acoso sexual. 

Otro motivo por el que apenas hay denuncias es el que he apuntado al comienzo. Esto es, cuando las trabajadoras se deciden a denunciarlo -siempre porque ya no pueden más- el mundo se les viene encima. Culpabilidad, descrédito, estigma, aislamiento y todo el catálogo de vapuleos que podamos imaginar, a la víctima y al entorno que la apoya.

“Me he sentido herida como mujer”, declaró Von der Leyen tras el desplante machista

Al acoso sexual hunde sus raíces en el acoso sexista, es decir cuando se discrimina abiertamente a la trabajadora por ser mujer y se cuestiona sus capacidades para determinados puestos y cometidos. El mundo entero fue testigo del desplante machista por parte del presidente turco a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que la dejó sin silla en una reunión de altos mandatarios en abril de 2021 ante la pasividad del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. “Me he sentido herida como mujer. Me he sentido sola como mujer y como presidenta de la Comisión Europea”, declaró la afectada. No hubo consecuencias, aunque sí el compromiso de que no volvería a repetirse algo así. Pero volvió a pasar. En febrero de este año, durante una cumbre en Bruselas, el ministro de Exteriores de Uganda le negó el saludo y, de nuevo Michael, no reaccionó. 

Si la dirigente alemana se siente sola ante la inaceptable desigualdad de trato que recibe debemos preguntarnos cómo se sentirán los millones de trabajadoras que sufren discriminación a diario en Europa, por no hablar de otras latitudes.

“Pido al empresariado madrileño que colabore con la representación sindical”

Los entornos laborales siguen siendo espacios hostiles para las mujeres. Necesitamos nuevas estrategias para derribar los prejuicios y comportamientos machistas en las empresas. Lo primero de todo es conocer cuál es la dimensión real del problema. CCOO acaba de poner en marcha el Observatorio de Acoso Sexual y por razón de Sexo , una iniciativa pionera en Europa que puede significar un avance crucial. El Observatorio incluye un correo electrónico (observatorioacoso@ccoo.es) al servicio de toda la ciudadanía pensado como un canal seguro de escucha y orientación, especialmente necesario para quienes trabajan en casas particulares, como las empleadas de hogar o las asistentes de ayuda a domicilio, o en empresas muy pequeñas sin representación sindical. 

Hago un llamamiento a las delegadas y delegados sindicales de CCOO de Madrid para que colaboren tanto en la difusión de este Observatorio entre las plantillas como en la recogida de información que permita sacar a la luz esta forma de violencia de género y crear una base de datos de referencia, imprescindible para saber a qué nos enfrentamos, diseñar protocolos eficaces y campañas de concienciación. También hago un llamamiento al empresariado madrileño para que colabore con la representación sindical en el reto de erradicar el menor atisbo de acoso sexual y sexismo y promueva ambientes de trabajo respetuosos a través de campañas informativas y acciones de formación.