El suplicio de las víctimas del amianto de Metro de Madrid
Al menos desde 2003, la dirección de Metro de Madrid conocía la existencia de amianto en sus instalaciones y la peligrosidad a su exposición. Aún así, lo ocultó durante años a la plantilla.
Dirección: Luis Lombardo. Texto: Alejandra Acosta. Fotos: Fran Lorente
El amianto, un material fibroso, resistente, incombustible, ligero e indestructible –uralita, en su versión más popular-, es un asesino en serie implacable. Se infiltra a través de las vías respiratorias, corroe silenciosamente los pulmones y puede afectar a otros órganos en forma de tumores y otras graves patologías. Desde que en 2018 la Seguridad Social reconociera como enfermedad profesional el primer caso de un trabajador del suburbano madrileño por exposición al amianto, se han declarado varios más, de los que 11 han fallecido, a 9 el INSS les ha reconocido la enfermedad profesional y otros 15 están pendientes de dictamen médico. Con motivo del Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo, Madrid Sindical ha recogido testimonios de enfermos y familiares de fallecidos.
“La empresa le puso a mi padre todas las zancadillas posibles”
Santos González entró a trabajar en Metro de Madrid en 1977. Tenía 18 años. Era mecánico de escaleras y durante décadas manipuló habitualmente amianto sin ningún tipo de protección. Ningún responsable de la empresa le informó jamás de que la exposición prolongada a ese material y, sobre todo, de que inhalar las fibras que desprende cuando se degrada provoca, tal como certifica la OMS, asbestosis, una dolencia pulmonar cuya única causa es la inhalación de amianto, y también cánceres de pulmón, de pleura, de laringe y de ovario.
Fue en 2013 cuando al hacerle una placa antes de una operación de rodilla le detectaron a Santos una mancha en el pulmón. Los especialistas tardaron tres años en dar con el diagnóstico: asbestosis. Cayeron en la cuenta al conocer que el trabajador manipulaba amianto. “Cuando en 2016 mi padre fue al servicio médico de Metro para advertir de su enfermedad y de la causa que la provocó le dijeron que no se preocupara, que no era nada y que siguiera haciendo su vida normal”, recuerda su hija Alicia, de 32 años.
En 2018, la Seguridad Social (INSS) reconoció que Santos padecía una enfermedad profesional. En diciembre de 2020, le diagnosticaron cáncer de pulmón y un mes después se infectó de covid. No le pudieron intubar por la rigidez que el amianto había provocado en sus pulmones. Murió el 24 de enero de 2021. “A mi padre le llevaban los demonios al pensar que había ido a trabajar jugándose la vida. Jamás hubiera asumido ese riesgo”, afirma Alicia. Metro no solo se negó a reconocer que Santos padecía una enfermedad laboral, también le puso todas las zancadillas posibles. “No le quisieron prejubilar, a pesar de que sabían que estaba condenado a muerte. No le dejaban en paz”.
Hubo “negligencia, incapacidad y ocultamiento”
El caso de Santos levantó la voz de alarma entre la plantilla. En 2018, CCOO tiene acceso a un informe de Metro fechado en 2003 y dirigido a la Comisión Nacional de Salud y Seguridad en el Trabajo, en el que se detallan los componentes con amianto tanto en trenes como en las instalaciones de las diferentes líneas. “La empresa nos ocultó que estábamos trabajando expuestos al amianto, manipulándolo incluso, nunca nos formaron ni nos informaron, nunca nos hicieron los reconocimientos médicos específicos que nos tenían que haber hecho”, denuncia Juan Carlos de la Cruz, secretario general de CCOO en Metro Madrid.
La comisión de investigación que se abrió en la Asamblea de Madrid concluyó en febrero de 2019 que todas las gerencias de Metro desde hacía dos décadas sabían de la existencia de amianto y de sus riesgos, que lo ocultaron a los trabajadores, dejándoles desprotegidos, y que solo les informó cuando la noticia salió a la luz pública. La comisión consideró que hubo “negligencia, incapacidad y ocultamiento”
Desde 2018, la Seguridad Social ha reconocido otros 19 casos más en Metro de enfermedad profesional provocada por el amianto, de los que 11 han muerto como consecuencia de ella. Otros 15 están pendientes de dictamen. Las patologías provocadas por este material tienen un largo periodo de latencia y pueden aparecer hasta 40 años después de la exposición al mismo. “A saber cuántos trabajadores han muerto a lo largo de los años”, reflexiona el representante de CCOO. “Te puedo contar el caso de mi padre, compañero de Santos en escaleras. Después de jubilarse tuvo un problema pulmonar que le obligó a estar varios años con una bombona de oxígeno y con aerosoles hasta que falleció. Pero no imaginábamos entonces que la causa podía ser debida a su trabajo en Metro de Madrid»
“Son unos sinvergüenzas y unos caraduras. Es indignante que nos traten así”
Isidoro Aparicio, de 76 años, tiene dañado los pulmones como consecuencia de la asbestosis. Trabajó en Metro 38 años. Fue jefe de tren, conductor y estuvo en talleres. Se jubiló en 2010. “Nunca en la vida me dijeron que tenía que protegerme o que podía contraer una enfermedad mortal. Me hacían reconocimientos y el informe médico solo decía ‘apto para su trabajo´, sin más”.
En la cabina de los trenes que condujo Isidoro había amianto y en los talleres lo manipulaba habitualmente. “Las piezas de apertura y cierre de puertas llevaban un cordón de amianto. Como en húmedo pegaba mejor, muchas veces te lo pasabas por los labios para mojarlo con saliva. Es muy fuerte. Las tapas de los armarios de los contactores estaban forradas de amianto y poníamos la cabeza debajo de ellas para repararlos. Yo llevaba cuerdas de amianto en los bolsillos de la camisa, de los pantalones,… ¡Madre mía! Hemos taladrado, limado, lijado placas de amianto. Se han hecho auténticas barbaridades”
A raíz de que le detectaran su enfermedad pensó en los casos de compañeros que cuando él estaba en activo morían con edades de entre 50 y 60 años, “pero nunca lo relacionamos con el amianto”.
La empresa no solo ocultó a los empleados el peligro que corrían, sino que ahora se inventa todo tipo de patrañas para eludir su responsabilidad y demorar con todo tipo argucias los procesos judiciales pendientes. “El tiempo juega en nuestra contra y nos vamos al otro barrio son ver una solución. Son unos sinvergüenzas y unos caraduras. Es indignante que nos traten así. Hay una impunidad absoluta y luego dicen que la justicia es igual para todos”.
“Han mostrado un enorme desprecio por los trabajadores y nos han degradado”
Cuando se jubiló en 2004, a Jesús Pampín ya le habían extirpado con laser unos nódulos en la garganta, pero siguió trabajando. No relacionaron su mal con su actividad laboral. Fue vigilante de vías en Metro y pasó por talleres y cerrajería hasta que se sacó una plaza de soldador.
“Hasta los mandiles que usábamos, que ahora son de cuero, eran de amianto. Y también era tóxica la pintura de los trenes y el alquitrán de los suelos de los trenes antiguos”, manifiesta. Al año de jubilarse le practicaron una laringectomía total y tiene además dañados los pulmones por la asbestosis.
En el caso de Jesús, la compañía ha sobrepasado todos los límites de la indecencia y del menosprecio hacia la dignidad de sus empleados. Dijo de él que tenía cirrosis crónica por alcoholismo. “Se lo inventaron. Una bajeza, una barrabasada. ¿De dónde sacaron esa información? Ni tengo cirrosis ni he tenido jamás problemas con el alcohol. Han mostrado un enorme desprecio por los trabajadores y nos han degradado. Yo lo que quiero es que los responsables respondan por lo que han hecho y nos restituyan el honor”.
“Lo que han hecho es de personas malas y rastreras”
Ana Sánchez está convencida de que si su padre no hubiera trabajado en Metro ahora estaría vivo. Carlos Sánchez murió en 2019, a los 64 años, siete meses después de que le detectaran un cáncer de pulmón. Nunca antes había estado enfermo. Era mecánico y al ocuparse del mantenimiento de trenes no solo estaba en contacto continuo con amianto, también inhalaba su polvo al soplar las piezas de los engranajes. “De su grupo de compañeros, creo que mi padre fue el cuarto al que el amianto se llevó por delante”.
Ana se acuerda de que su padre jamás llevó una mascarilla y que traía a casa la ropa de trabajo impregnada de polvo de amianto que su madre sacudía. Nunca sospechó que pudiera estar afectado y cuando empezaron los dolores de espalda lo achacó a que había cogido peso.
Ni los médicos ni el forense tienen dudas de que el cáncer de Carlos lo provocó su exposición al amianto. En 2018, el INSS le reconoció su tumor como enfermedad profesional y Metro lo demandó. “Lo que han hecho es de personas rastreras y malas. No tienen un mínimo de decencia. Jamás nos tendieron una mano”.
Le indigna sobre todo que la empresa se resista a asumir su error. “No quiero dinero. El dinero no me lo va a devolver. Quiero que se haga justicia y paguen los responsables”.
“Lucharemos hasta el final para que no le pase a más gente”
Verónica Gómez no olvidará nunca la fecha del 15 de junio de 2021. No porque fuera su 37 cumpleaños, sino porque recibió la peor noticia de su vida. El resultado del TAC que le acababan de hacer a su padre, Luis Gómez, de 64 años, un jefe de estación de Metro prejubilado, era demoledor: un cáncer de pulmón en estadio 4 con metástasis. En cuestión de tres meses adelgazó 30 kg y su altura se redujo de 1,85 a 1,60 por la deformación que el tumor provocó en su espalda.
Madrileño de Usera, Luis había ingresado en el suburbano cuando aún estaba haciendo la mili y nunca tuvo otro empleo. “Mi padre entró siendo maquinista y a los dos años pasó a jefe de estación. Ha prestado servicio en muchas estaciones en las que se estaban acometiendo obras, sin ningún tipo de protección, y en muchas de ellas se ha encontrado amianto”, señala Verónica.
Luis se encuentra en fase de paliativos y la familia está destrozada y muy preocupada porque casi todos sus miembros son o han sido empleados de la compañía, incluida Pilar, mujer de Luis y sus dos hijas, Verónica y Gema, y sus yernos. “Somos un motón y a ninguno nos advirtieron nunca de la necesidad de protegernos del amianto ni nos facilitaron ningún tipo de protección. Ahora nos encontramos con pegatinas de advertencia por todos lados. Imagínate”.
Verónica asegura que lucharán en los tribunales hasta el final para que Metro asuma su responsabilidad y, sobre todo, “para que no le pase a más gente”.