“Pasionaria es un ejemplo luminoso de liberación para todas las mujeres”
Desde su nacimiento en la localidad vizcaína de Gallarta en 1895 hasta su muerte en Madrid en 1989, la biografía de Pasionaria atraviesa gran parte de la dramática y esperanzada historia, tan de lucha y llena de ilusiones, del siglo XX. Herida por el patriarcado en sus aspiraciones de ser maestra, logró con su asombrosa fortaleza y talento innatos romper las cadenas que la oprimían y compensar con su afán de saber su corto paso por la escuela hasta convertirse en una figura de permanencia contra los fascismos, la esclavitud de los explotados y la servidumbre de las mujeres. Fue la primera mujer secretaria general de un partido político, el PCE, que el 14 de noviembre, celebra su centenario.
Texto: Alejandra Acosta. Fotos: Fran Lorente. Vídeo: F. Lorente, Carolina Villafruela
El 13 de julio de 1977, Teresa Andrés, taquígrafa en el Congreso de los Diputados, no podía retirar la vista de la mesa presidencial de aquella histórica sesión. Tenía a pocos metros la imponente figura de una anciana vestida de negro de la que había escuchado barbaridades. Era Dolores Ibárruri, Pasionaria, la única de los 473 diputados de la Segunda República que volvía a sentarse en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo tras la Guerra Civil y la dictadura. Apenas dos meses antes había regresado a España después de un larguísimo exilio que comenzó en 1939. “Para mi madre, que era muy de Franco, era una imagen de guerra. En cambio, para mí era todo lo contrario: significaba la reconciliación y la paz. Me dio mucha alegría verla”, contaba la veterana taquígrafa a esta periodista dos décadas después de aquellas primeras Cortes Constituyentes de la Transición. No fue la única que sucumbió a su magnetismo. Aquel día de hace 44 años Dolores acaparó absolutamente todas las miradas.
“Relatar su infancia, adolescencia y su vida en Vizcaya hasta 1931 ha sido fascinante”
“En todas las fotografías icónicas de las Cortes Constituyentes aparece Dolores: Dolores del brazo de Alberti bajando las escaleras del hemiciclo, Dolores saludando a Suárez, Dolores sentada en su escaño del Congreso… No hay una imagen tan simbólica de Felipe González, ni siquiera de Carrillo, porque ella representaba la lucha de la República en la Guerra Civil, el fin del exilio y la reconciliación”, asiente el historiador Mario Amorós, quien acaba de publicar con la editorial Akal una biografía de Pasionaria bajo el título de ¡No pasarán!, la memorable consigna sin fecha de caducidad que Dolores con su inolvidable voz convirtió en un grito inmortal contra el fascismo en toda Europa.
“¿Cómo vas a ser maestra siendo tus hermanos carpintero y panadero?”
De ella se han escrito otras biografías, pero la principal novedad de esta última es que el autor, para su elaboración, ha tenido acceso al archivo histórico de Dolores Ibárruri, custodiado por su nieta Lola Ruiz-Ibárruri Sergueyeva, y que ningún otro historiador antes había podido consultar al completo. “Lo componen 150 cajas con decenas de miles de páginas muy bien clasificadas, fotografías, correspondencia, folletos en varios idiomas, textos políticos… Es un archivo impresionante”, destaca Amorós. La publicación de esta obra coincide con el centenario del PCE. Dolores fue su secretaria general entre 1942 y 1959, y desde este año y hasta su muerte ocupó la presidencia del mismo.
Su famosa proclama del ¡No pasarán! en la madrugada del 19 de julio de 1936 llamando a la unidad de los antifascistas y a la movilización en defensa de la República se considera una de las grandes piezas de la oratoria del siglo XX. Ese día, ante la amenaza terrible del golpe de Estado, levantó con su voz segura y su presencia enlutada de madre coraje una figura de permanencia en la lucha contra los fascismos, la esclavitud de los explotados y la servidumbre de las mujeres. Fue un texto, aclara Amorós, elaborado por la dirección del PCE y que Dolores leyó desde los micrófonos de Unión Radio (la actual Cadena SER), instalados en las dependencias del Ministerio de la Gobernación, en la Puerta del Sol.
“Tiene más fuerza en su dedo meñique que Azaña en todo su cuerpo”, escribió un periodista
“El PCE tuvo la gran inteligencia política de difundir un llamamiento para hacer frente a los golpistas desde el primer momento y sin vacilaciones. Tenían claro que los sublevados no tenían intención de negociar, querían liquidar la República y el Frente Popular. Aquel llamamiento, y otros, en la voz de Pasionaria originó que un aluvión de trabajadores, obreros, campesinos, muchas mujeres también, se acercasen al PCE y se movilizaran en defensa de la República. Con su poder de convicción contribuyó a que el pueblo republicano español fuera el primero del mundo en levantar las armas para detener el avance del fascismo”.
¿Pero de dónde venía esa mujer de la que un periodista de la época, Henry Buckley, dijo que tenía “más fuerza en su dedo meñique que Azaña en todo su cuerpo”? ¿Cómo logró dar esquinazo a la fatalidad de haber nacido pobre y mujer, sin más perspectiva, en sus propias palabras, que la de “casarse, criar muchos hijos y morirse”?
Logró romper las cadenas que la oprimían, la de sus padres, la de su entorno, la de su marido...
Amorós reconstruye con todo detalle su vida antes de llegar a Madrid en 1931 y nos brinda “un ejemplo luminoso de liberación para todas las mujeres”. Es desgarrador leer cómo desde los primeros años de su existencia fue herida por el patriarcado en sus aspiraciones de ser maestra, herida por unas condiciones de vida paupérrimas en la cuenca minera de Vizcaya, herida por la temprana muerte de cuatro de sus cinco hijas… “¿Cómo vas a ser maestra siendo tus hermanos carpintero y panadero?”, le dijeron. “Lo que yo lloré no os lo podéis imaginar”, se dolía ya anciana, en 1985. A pesar de tan pesado lastre, Dolores, con asombrosa fortaleza, logró romper las cadenas que la oprimían, la de sus padres, la de su entorno, la de su marido, y compensar con su afán de saber y su devoción por la lectura su corto paso por la escuela. Para Amorós, “recrear, a partir de una ingente documentación inédita, su infancia, su adolescencia y su vida en Vizcaya antes de llegar a Madrid en septiembre de 1931 ha sido fascinante”. Reconoce que “hay algo misterioso en el carisma y respeto que emanaba que he intentado explicar”.
Publicó su primer artículo en prensa con 22 años con el pseudónimo de Pasionaria
En 1918, con 22 años, publicó su primer artículo en prensa, en El Minero Vizcaíno. Era Semana Santa y firmó con un pseudónimo que la acompañaría siempre: Pasionaria. Pedía Dolores que no le pusieran el “la” delante porque ella no era una folclórica. En 1931 se trasladó a Madrid para trabajar como redactora en Mundo Obrero -donde conoce a quien sería su inseparable y fiel colaboradora hasta el final de sus días, Irene Falcón– y hacer labores de partido como miembro ya del Comité Central del PCE. En Madrid conoció también a Francisco Antón, dirigente del PCE y 14 años más joven. Fue su pareja sentimental durante la Guerra Civil y los primeros años de la posguerra. Según Irene Falcón, rompieron en 1943 y nunca más volvió a tener otra relación de amor.
En las elecciones de 1936, fue elegida diputada por Asturias. Sus discursos, artículos, análisis políticos y sus intervenciones parlamentarias, muchas de ellas citadas y analizadas en el libro de Mario Amorós, revelan su brillante oratoria, su capacidad para cautivar y un talento y una inteligencia fuera de lo común. Tenía un atractivo innegable. Un sociólogo austriaco, Franz Borkernau, que asistió a uno de sus mítines en agosto de 1936, se refirió así a Dolores: “Lo que en ella conmueve es su distanciamiento de la intriga política, la sencilla fe que la lleva a sacrificarse y que emana de cada palabra que pronuncia; más conmovedora es aún su falta de vanidad y hasta su modestia”.
“Dolores era una gran propagandista, la mejor que tuvo el PCE”
Su destreza como diputada en el debate parlamentario con la oposición no es una leyenda. “Sus intervenciones en el Congreso fueron alabadas unánimemente por la prensa de izquierda y republicana”, constata Amorós. “Ella preparaba siempre sus discursos. He tenido acceso a una gran cantidad de textos manuscritos que lo demuestran. Dolores no fue una intelectual, ni publicó textos teóricos relevantes sobre marxismo o comunismo, pero era una dirigente con grandes cualidades y una gran propagandista, la mejor que tuvo el PCE”.
De nuevo fue herida por los bajonazos que en el siglo pasado desangraron los ideales de justicia social y la esperanza de una España republicana de bienestar y progreso, de hombres y mujeres libres e iguales: el triunfo de los franquistas en la Guerra Civil, el obligado exilio, ver a España convertida “en una inmensa cárcel” y, por si no bastara, el duro golpe que supuso la muerte de su hijo Rubén (teniente del Ejército Rojo) en septiembre de1942, en la batalla de Stalingrado con sólo 22 años. Su pelo se tornó blanco y aunque el dolor la acompañaría toda su vida, también la fortaleza, la resistencia, la dignidad. Nunca dejó de abrirse al futuro. Durante su exilio en Moscú jugó un papel de representación muy potente como secretaria general del PCE primero y como su presidenta a partir de 1959, como deja patente la obra de Amorós.
“Su última gran contribución fue la de llamar a la unidad de los comunistas en el PCE”
El historiador no elude las sombras en la trayectoria de Pasionaria, víctima de su tiempo como lo somos todas las personas del que nos toca vivir. “Hay pasajes difíciles de la vida política y personal de Dolores que abordo apoyándome en la documentación histórica y contextualizándolos en la época en la que suceden. En el libro cito discursos suyos muy duros contra el POUM, por ejemplo, e igualmente expongo su veneración por Stalin, al que rindió un culto casi religioso, como todos los dirigentes y militantes del movimiento comunista internacional hasta 1956”.
Aquel año, 1956, se celebró el vigésimo Congreso del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética), en el que Nikita Jrushchov dio a conocer el alcance de los crímenes de Stalin y el peligro del culto a la personalidad en un informe que tuvo un efecto demoledor en los partidos comunistas europeos, que en algunos casos como el británico, como recuerda Amorós, perdieron una parte importante de su militancia y el apoyo de muchos intelectuales. Desde entonces, Dolores nunca más volvió a citar a Stalin en ningún artículo o discurso público. “Fue la primera dirigente del PCE que conoció el contenido del informe. El impacto en ella fue enorme, tal y como lo recordó en septiembre de 1968, cuando se posicionó, junto con la dirección del PCE, contra la invasión de Checoslovaquia por tropas del Pacto de Varsovia”. En sus memorias confesó que tras leer el informe Jrushchov “se me cayeron los palos del sombrajo”, pero que “era preferible conocer (la verdad) que vivir en el error”.
Las purgas del estalinismo alcanzaron a Irene Falcón y a su hermana Ketty. Dolores logró sacarlas a China
El mismo entorno de Pasionaria había sido víctima de las purgas de Stalin. Cuando en 1952 el dirigente checo Bedrich Geminder, expareja de Irene Falcón, fue acusado de traición y condenado a muerte, el castigo alcanzó también a Irene y a su hermana Ketty Levy, que fueron expulsadas del trabajo en La Pirenaica. Dolores, para protegerlas, logró sacarlas a China, donde trabajaron en las emisiones en español de Radio Pekín. Amorós reproduce textualmente las palabras de Irene en sus memorias, “porque es algo tan duro que prefiero que lo diga ella”. Esto es lo que escribió: “Sus cenizas (las de Geminder) fueron esparcidas en una carretera cubierta de nieve en los alrededores de Praga. No quedó rastro de la vida de estos comunistas ejemplares, con años de lucha y estudio”.
A su regreso a España, Dolores era ya una anciana de 82 años. Mantuvo un papel discreto y demostró ser una mujer de partido. “Apoyó siempre al secretario general y a la dirección del PCE. La gran última contribución de Dolores fue la de llamar a la unidad y a la militancia de los comunistas en el PCE. Eso dice mucho de su inteligencia política y de su amor a la causa a la que entregó su vida”, concluye el historiador.
Eco de lágrimas en su voz
Dolores Ibárruri proclamó que “ser comunista significa luchar por los derechos y la igualdad de la mujer y contra las trabas feudales y prejuicios religiosos que han hecho de la mujer a través de los siglos no sólo esclava de la sociedad, sino la esclava del egoísmo de los hombres”. También se refirió a las mujeres “obligadas por el imperativo de una sociedad y una moral absurdas a vender su cuerpo”. Como encargada, desde 1932, de la Secretaría Femenina del PCE promovió la incorporación de las mujeres a la lucha política y llamó a la defensa de sus derechos en todos los ámbitos, en la sociedad, en el hogar, en el trabajo.
“Hoy estaría feliz con los avances del Movimiento Feminista”
En 1934, impulsó la fundación del Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, que dos años después se transformó en la Agrupación de Mujeres Antifascistas, y, desde 1945, fue vicepresidenta de la Federación Internacional de Mujeres. En 1936 en una carta a la actriz soviética Ksenia Sukhovskaia habla de que en su voz “vibra el eco humedecido de las lágrimas de las madres, de las mujeres esclavizadas, humilladas, despreciadas, que no saben del reír y del gozar, que sólo saben de las hieles del dolor y el sufrimiento…”. Mario Amorós destaca, además, su memorable discurso en junio de 1947 en una reunión en París de la Unión de Mujeres Antifascistas Españolas. “Aunque Dolores rechazaba la etiqueta de feminista, porque consideraba que en la lucha de clases entran las reivindicaciones de las mujeres, hoy estaría feliz con los avances del Movimiento Feminista y de ver cómo la izquierda política y las Comisiones Obreras han incorporado las reivindicaciones del feminismo a las banderas clásicas del movimiento obrero”, concluye.
El deber de no olvidar
Artículo de opinión de Paloma López, secretaria general de CCOO Madrid
Nota: Todas las referencias históricas y citas textuales que aparecen en este artículo proceden del libro ¡No pasarán! Biografía de Dolores Ibárruri, Pasionaria y de la entrevista mantenida por Madrid Sindical con su autor, Mario Amorós.