“Se podrían haber evitado muertes en las residencias de mayores”
Cuando Juani Peñafiel, delegada de CCOO, planteó a la dirección de la residencia privada de mayores en la que trabaja como gerocultora, en Madrid, abordar el problema del coronavirus la tildaron de alarmista y no tomaron medida alguna. Esto sucedía durante una reunión con el comité de empresa el 5 de marzo. Para entonces, y sin toparse con el más mínimo obstáculo, el Covid-19 había desplegado sus tentáculos sobre una población anciana y desprotegida contra la pandemia. Pocos días después, la noticia de la muerte de una veintena de residentes contagiados en un geriátrico madrileño conmocionó a todo el país
Juani Peñafiel, responsable en CCOO de Residencias y Centros de Día Privados y Concertados de la Comunidad de Madrid, se indigna al echar la vista atrás. Un día antes de la reunión del comité de empresa con la dirección se habían registrado en la residencia en la que trabaja 140 visitas: “Es decir, 140 posibilidades de que el coronavirus entrara por la puerta”. En Madrid, a primeros de marzo, solo el grupo Orpea había dado la orden en sus centros de desaconsejar las visitas de familiares. El resto nada. A pesar de que ya se sabía que el virus se estaba extendiendo y de que se cebaba con la población mayor, en los geriátricos privados y concertados de la región la situación seguía en modo “aquí no pasa nada”.
“En mi centro no reaccionaron hasta que no detectaron los dos primeros casos de coronavirus”
“En mi centro no reaccionaron hasta que no detectaron los dos primeros casos de coronavirus. El 11 de marzo reunieron al comité de salud laboral. Por fin caen en la cuenta de que tienen que actuar rápidamente. Las delegadas sindicales nos ofrecimos a colaborar, por ejemplo, difundiendo entre las trabajadoras vídeos sobre cómo utilizar los equipos de protección o explicando los protocolos que se iban a seguir, pero dos días después la dirección ya no cogía el teléfono”, cuenta Peñafiel. “Lo único que se consigue con el secretismo es poner a los trabajadores en guardia. Si no dan información es que algo ocultan”.
“Nos tenían que haber dotado de buenos equipos de protección desde el primer momento”
Hasta ese momento ni siquiera separaban a los usuarios que tenían síntomas. “Un cóctel molotov”, describe la sindicalista. “La mortalidad se disparó. Lo máximo que yo había vivido en los 20 años que llevo como gerocultora era dos muertes en un día, excepcionalmente tres, pero es que ahora nos encontramos hasta con ocho muertes diarias”.
Foco de contagio
CCOO mantiene que el mayor foco de contagios en Madrid ha sido y continúa siendo el espacio de residencias de mayores y lleva pidiendo desde hace semanas medidas eficaces de cara a evitar contagios, entre ellas, proveer de EPI a todo el personal porque, incomprensiblemente, se había excluido al de limpieza. Reclama, además, que los uniformes se laven en los centros de trabajo y no en los domicilios particulares de las empleadas, como pretenden las empresas, y que se realicen test rápidos tanto a las plantillas como a los residentes.
“Lo único que se consigue con el secretismo es poner a los trabajadores en guardia”
“Claro que se podrían haber evitado muertes, y muchas”, opina la delegada sindical. “Una vez que se cerraron las puertas de las residencias, el virus solo podía entrar a través de las trabajadoras. Nos tenían que haber dotado de buenos equipos de protección y haber previsto protocolos desde el primer momento. Tanto la administración como las empresas han ido siempre por detrás de lo que pedíamos las trabajadoras”.
“Los ancianos están solos todo el día. No dicen nada, pero ves la tristeza en sus ojos”
En todo caso, quiere aclarar que la forma de enfocar las primeras noticias de los fallecidos en residencias fue innecesariamente escandalosa. “Hasta la ministra dijo que habían aparecido no sé cuántos muertos en las residencias. Y no, no habían aparecido porque no los habíamos perdido. Estaban donde tenían que estar mientras llegaba la Funeraria, que no daba abasto y había una demora de dos días”.
“Necesitamos manos”
El otro gran problema sobrevenido es que cuando se quisieron dar cuenta la mitad de las plantillas de la residencias y geriátricos privados y concertados de Madrid estaba fuera de juego: unas trabajadoras por tener síntomas y otras obligadas a la cuarentena por haber estado en contacto con contagiados. “¿Nadie se pregunta qué se ha dejado de hacer en las residencias a nivel asistencial? Porque con la mitad de personal no puede salir el mismo trabajo”, plantea Peñafiel.
“Lo máximo que he vivido en un centro era dos muertes en un día, pero ahora nos encontramos hasta con ocho muertes diarias”
Pone como ejemplo el caso real de una planta con capacidad para 56 residentes atendida normalmente por cinco gerocultores y en la que ahora sólo hay dos. “Ya no hablo del coronavirus. Si cinco personas en un día normal vamos a matacaballo, sacar el trabajo solo entre dos es imposible. Si estamos bajo mínimos no podemos atenderlos adecuadamente”, insiste. “Necesitamos manos”. El descontento entre las trabajadoras del sector es generalizado, aunque pocas se atreven a denunciar. “Te puede costar el puesto de trabajo o sufrir represalias. Y las represalias en residencias son muy duras, te encargan la tarea más agotadora durante el tiempo que les da la gana, o te ponen a una supervisora todo el rato detrás”.
“¿Nadie se pregunta qué se ha dejado de hacer en las residencias a nivel asistencial?”
Al estrés y la sobrecarga de trabajo se suma el factor emocional. “Los residentes y los cuidadores mantenemos relaciones muy afectivas y los estamos viendo sufrir. Ya no se relacionan en las zonas comunes ni reciben visitas. No dicen nada, pero saben que pueden morir solos y ves la tristeza en sus ojos”, concluye.
“Denunciar te puede costar el puesto de trabajo. Las represalias en residencias soy muy duras”