Impulsora de la Ley Integral contra la Violencia de Género y de la Ley de Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres, dos hitos en la defensa de los derechos de las españolas, Soledad Murillo ocupó el primer cargo político de igualdad en un gobierno de España, como secretaria de Estado entre 2004 y 2008 con José Luis Rodríguez Zapatero, y repitió con Pedro Sánchez en la anterior legislatura. También ha formado parte del Comité Antidiscriminación de la Mujer de Naciones Unidas. Doctora en Sociología por la Universidad de Salamanca, donde ahora imparte clases, centra sus investigaciones en el coste que tiene para las mujeres el mandato patriarcal de guardianas del hogar y propone hablar de corresponsabilidad mejor que de conciliación. Entre sus publicaciones destaca “El mito de la Vida Privada: de la entrega al tiempo propio”
Entrevista: Alejandra Acosta // Fotos: Fran Lorente
Madrid Sindical.- Soledad, tus investigaciones sobre el espacio doméstico –el asignado tradicionalmente a las mujeres– revelan que no se trata solo de un lugar físico, sino que es también una actitud. ¿Cómo se manifiesta?
Soledad Murillo.- El orden doméstico no se limita ni a un territorio ni a un calendario de tareas. No hace falta tener responsabilidades familiares o convivir en pareja para que las mujeres nos hagamos cargo de las necesidades de los demás. Ni siquiera en el trabajo abandonamos el territorio doméstico: lo recreamos en la oficina con fotografías y dibujos familiares, con llamadas puntuales de control y vigilancia, aprovechando las pausas laborales para comprar… Lo doméstico supone abolir los límites espaciales y encontrarse directamente con la función: cuidar y dejarse una misma en un segundo plano.
“Todas las religiones hablan de la buena esposa, la que se entrega y renuncia sin quejarse”
“No nos enseñan a ser autónomas ni a proteger nuestros proyectos ni a defender nuestro tiempo”
MS.- ¿Tan interiorizado tenemos el papel de guardianas del hogar?
SM.- Nos socializan para que así sea. Jugamos prematuramente con muñecas y a atender a los demás. Los niños no juegan tanto a cuidar. Esta socialización sigue siendo clave. La familia no preserva lo suficiente a las chicas, y en la educación no se trabaja con el ahínco necesario la autonomía de las mujeres ni nos enseñan a proteger nuestros proyectos ni a defender nuestro tiempo. Hay un coste, el denominado coste de oportunidad. Esto es, qué dejamos de hacer para atender necesidades ajenas, o bien, antes de tomar una decisión, voy a ver cómo sienta en mi entorno. Me he encontrado con alumnas que antes de aceptar un ‘erasmus’ lo consultan con su chico. Esto pasa porque siempre se ha considerado que una mujer que prioriza sus intereses es egoísta y desleal al mandato de género. En los estudios y encuestas nos encontramos con expresiones del tipo “Cuando yo no puedo, cocina él. No falla nunca”, “Tengo mucha suerte, siempre que puede me ayuda”, “Si te organizas, puedes”. Por lo tanto, estaría bien cambiar el término “conciliación” por el de “corresponsabilidad”.
MS.- Resulta sorprendente, por otra parte, que lo doméstico se haya mantenido invisible siglo tras siglo. Ni se mide ni está regulado ni se contabiliza a ningún efecto. Todo lo hacemos a beneficio de inventario.
SM.- Así como el espacio público está regulado, el espacio doméstico siempre precisa de un tiempo gratuito. La organización y el cuidado de los miembros de la familia están absolutamente desvalorizados. El hombre no se siente concernido. Esta consideración juega un papel atroz en la violencia contra las mujeres por el plano de sumisión en el que se nos sitúa. Y supone también la expropiación del trabajo de las mujeres en el hogar, ya que solo las actividades remuneradas se consideran trabajo. María Ángeles Durán (académica e investigadora pionera sobre el trabajo de las mujeres) puso de manifiesto la invisibilidad de los trabajos del cuidado y propuso que se tuviera en cuenta en la contabilidad de la economía nacional.
MS.- A propósito de María Ángeles Durán, en su libro “La riqueza invisible de los cuidados” aplica la metodología del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre las horas de trabajo que las mujeres dedican al hogar y a la familia y resulta que equivalen a 28 millones de empleos a tiempo completo. Impresionante.
SM.- Impresiona también la escasa importancia que le damos a este asunto. Todas las fuerzas progresistas han apoyado al movimiento anti desahucio y ha sido clave en la consecución de derechos, como cuestionar la clausula suelo, pero aún nos queda pendiente pensar con la misma intransigencia con el desahucio del tiempo que día a día padecen las mujeres. Es preciso no solo contabilizar el tiempo de cuidados. Lo que se llama la “economía del cuidado” que tanto cuesta entender como riqueza y que, en cambio, no se estima su valor monetario en las encuestas de población activa, dado que las amas de casa son inactivas, como los jubilados
“Recreamos en el trabajo el territorio doméstico: con fotografías, llamadas puntuales de control, comprando en las pausas laborales…”
“Las paradas de autobuses de los hospitales están llenas de mujeres, un verdadero ejército gratis de cuidadoras ”
MS.- Y que es perfectamente cuantificable.
SM.- ¿Cuánto cuesta una persona las 24 horas atendiendo a un dependiente? ¿2.000 euros mensuales o más? En la legislatura 2004-2008, cuando preparábamos la Ley de Igualdad, puse de manifiesto la enorme desigualdad y discriminación que supone para las mujeres asumir los cuidados sin una correspondencia de tipo monetario. La cuestión de los permisos por cuidados de familiares, incluida la familia política, no deja de ser la regulación de una responsabilidad que se nos presiona para que la asumamos. Habría que abordar, por ejemplo, la transmisión testamentaria en caso de personas que cuidan de forma permanente a enfermos crónicos. ¿Por qué tienen que heredar igual todos los descendientes, tanto si han cuidado como si no? Hay hijos que jamás han visitado a sus padres y madres, como se comprueba en muchas residencias de ancianos, donde consta el número de visitas, pero se presentan los primeros en la notaría cuando fallecen. Es una vergüenza
“Las mujeres estamos exonerando del gasto que supone el cuidado a las administraciones públicas”
“Supone una enorme desigualdad y discriminación asumir los cuidados sin una correspondencia de tipo monetario”
MS.- Tú insistes en hablar de corresponsabilidad y no de conciliación
SM.- La conciliación es una trampa. Las mujeres siempre son la solución cuando surge la necesidad de cuidar. No se discute. Todas las religiones hablan de la buena esposa, la que se entrega y renuncia sin quejarse. Las mujeres generamos bienestar a los que conviven con nosotras. Somos las relaciones públicas de la familia, organizamos las fiestas y las ceremonias, hacemos la maleta cuando él se va de viaje… Hay mujeres en la treintena exhaustas entre el trabajo, la maternidad, la organización doméstica… mientras sus parejas hombres lucen cuerpazos porque se reservan un par de horas diarias para ir al gimnasio. No hay reciprocidad. Las mujeres tenemos que saber que reducir la jornada laboral compromete nuestro futuro y nuestra jubilación.
«Las mujeres tenemos que saber que reducir la jornada laboral compromete nuestro futuro y nuestra jubilación»
“¿Por qué tienen que heredar igual todos los descendientes, tanto si han cuidado como si no?”
MS.- Es evidente que los cuidados no deben ser un deber individual sino de toda la sociedad
SM.- Por supuesto. Las mujeres estamos exonerando del gasto que supone el cuidado a las administraciones públicas, dado que la responsabilidad de los cuidados aún recae en las mujeres de la familia. En mis conferencias invito al público a que se fije en las paradas de autobuses de los hospitales. Lo que verán es un verdadero ejército gratuito de mujeres cuidadoras.
MS.- Encima cuando nos quejamos nos tildan de amargadas.
SM.- La queja nos desprestigia porque la convertimos en una súplica. En vez de decir “parece mentira, con lo que me he esforzado…”, en plan lastimoso, tenemos que hacerlo con asertividad: “la próxima vez no cocino, y habrá que organizarse”.