Por Juan Carlos García Muñoz, Secretario de Políticas Sectoriales y Desarrollo Territorial ⇒
Brecha digital, desequilibrio territorial, precariedad laboral, economía de plataformas, reducción de mano de obra, crisis climática, ciberseguridad, derecho al olvido, derecho a la desconexión, desregularización de las condiciones de trabajo, teletrabajo…, son términos y expresiones que se han hecho cotidianas en nuestra organización cuando nos referimos a los efectos de la digitalización. Y con ello la pregunta recurrente, ¿qué debe hacer el sindicato frente los retos derivados del desarrollo tecnológico?
El movimiento obrero surgió para protegerse de los primeros envites de la revolución industrial, en este caso el desarrollo de la máquina de vapor fue el detonante que cambió el sistema de producción. En el inicio del capitalismo los trabajadores se organizaron para reclamar salarios y jornadas dignas, libertades individuales y derechos sociales.
Esta lucha sigue vigente en la actualidad. El mundo digitalizado hace que nuestro sindicato tenga que adecuar de nuevo su actuación y reivindicación para mitigar la glotonería del capitalismo, fortalecido precisamente por el desarrollo tecnológico. No podemos olvidar que la tecnología no es aséptica ni neutral, que la investigación tiene un coste y que, bien sea con fondos públicos o privados, se financia lo que parece oportuno a gobiernos o empresas, para unos fines determinados.
La era analógica es lenta y poco dinámica, mientras que la era digital está en constante transformación. Lo de hoy, es pasado en unos segundos. La rapidez con la que se están implantando, y sobre todo la globalidad de los efectos, es la novedad.
Todos estamos inmersos en las potencialidades de la tecnología basada en internet y lo que es más llamativo afecta a todos los ámbitos de la vida: privados, públicos, laborales, de ocio… Podemos volver a incorporar otra lista de términos, Internet de las Cosas, Inteligencia Artificial, Impresión 3D, Realidad Virtual, Conectividad…. términos desagregados que recorren nuestros días. La cita con el médico la fija una máquina, una aplicación en el teléfono nos dice cuánto tarda el autobús en llegar, vemos donde están nuestros seres queridos y qué hacen, compramos y vendemos a través del mundo, reservamos un viaje, buscamos trabajo, etc.
El Big Data no es un eslogan, es una realidad con un claro propósito, el control de la información.
Estas actividades generan datos que la digitalización permite almacenar. La información de toda nuestra vida queda recogida cuando consumimos, cuando llamamos, qué necesidades tenemos, datos médicos, datos académicos, aficiones, intereses sociales y políticos, etc. Constantemente existen máquinas, sensores y algoritmos que reportan datos. La reflexión que debemos realizar es sobre quién utiliza esta información, para qué, si se puede modificar la vida, la sociedad, la política, si nos volvemos más manipulables. El Big Data no es un eslogan, es una realidad con un claro propósito, el control de la información.
El desarrollo tecnológico está cambiando el sistema productivo, con organizaciones más flexibles y más productivas, y con una significativa reducción de la mano de obra. El mundo digitalizado del que somos usuarios tiene efectos directos en la precarización del trabajo y de la vida.
Los ejemplos más comunes, como utilizar servicios de alquiler de vehículos con conductor frente al tradicional taxi, reservar alojamientos turísticos en los centros de las ciudades con el consiguiente desajuste del alquiler convencional, o pedir comida para casa desde una plataforma de reparto, suponen contradicciones que nos hacen sentirnos culpables y tomar partido (no usar estos servicios) con acciones individuales. Es una estrategia clásica del capital la individualización de la culpa.
Viejas palabras para un mundo nuevo
Por ello, desde sus inicios hasta la actualidad el sindicato ha abogado por las acciones colectivas, por intensificar la negociación colectiva o el dialogo social tripartito. En definitiva, la relación con los trabajadores y trabajadoras es el reto del sindicalismo frente al desarrollo tecnológico. Viejas palabras para un mundo nuevo.
La negociación colectiva ha sido el instrumento que ha canalizado las condiciones de trabajo pero, además de esto, ahora debe ser la herramienta para facilitar la participación en las estrategias de transformación digital en las empresas y centros de trabajo.
Es necesario empezar a hablar de la necesidad de la gobernanza en la elaboración de los algoritmos, de su definición, de su programación. Es fundamental conocer las consecuencias porque un algoritmo puede ser definido y diseñado por gobiernos, patronales, corporaciones, empresas y demás grupos sociales con parámetros que pueden llegar a limitar libertades civiles o derechos laborales.
Debemos mejorar las herramientas que los delegados y delegadas tienen para llevar a cabo sus funciones, ofrecer una mayor información sobre los efectos de la digitalización y los procesos, y un mayor conocimiento y acceso a la legislación de apoyo. Es importante facilitar nuevos contenidos sobre la incidencia de la digitalización que deben ser recogidos en los convenios colectivos.
El sindicato debe extender el diálogo social. Los requerimientos que el desarrollo tecnológico demanda superan la relación bilateral entre empresa y trabajo. Es un ámbito superior en el que se debe negociar cómo mitigar el impacto social que la digitalización está provocando. El marco normativo es el que debe asegurar la transición digital justa, evitar la brecha digital de género o la territorial. La ley es la que debe establecer la carga impositiva justa que permita la redistribución de la riqueza. Y, por supuesto, que la economía digitalizada tenga en cuenta la emergencia climática.
Ahora bien, para que esto ocurra se necesitan organizaciones sindicales fuertes, tanto en afiliación como en representatividad. Tal vez en este aspecto es donde tengamos que afinar nuestro trabajo, preguntándonos cómo compartir estas preocupaciones con los trabajadores y trabajadoras en estas nuevas realidades del trabajo, en una economía atomizada y precaria, donde se nos aísla cada vez más y en peores condiciones. De qué forma conseguimos transmitir la ética y los valores solidarios del trabajo a gentes donde su rutina laboral es competir con un algoritmo que reparte el trabajo, y que ha sido elaborado por otro trabajador del que tampoco conocemos sus condiciones de trabajo.
La digitalización no la desarrollan las maquinas, las máquinas y los parámetros de trabajo los definen los hombres. Y no debemos de olvidar que esto puede ser una nueva excusa para seguir con los intereses de la historia de la humanidad, que unos pocos dominen a la mayoría con un solo fin, su beneficio.