José Luis Tortuero Plaza, Catedrático del Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad Complutense de Madrid ⇒

El sistema de pensiones en España ha sido puesto en cuestión a la luz de estadísticas y cifras que constantemente cuestionan su viabilidad. Y aunque esos diagnósticos de la situación y las prospecciones realizadas no se hacen de forma gratuita y neutra, debemos tomarnos en serio la viabilidad del sistema. De ello depende el modelo de sociedad que queremos construir, con la base de un necesario y nuevo pacto social.

Con frecuencia y especialmente en tiempos de crisis, nos referimos al sistema de seguridad social y, en especial al sistema de pensiones, con una cierta frialdad y tecnicismo, donde adquieren relevancia los diagnósticos actuariales, las proyecciones demográficas, las valoraciones económicas…, cuyo resultado final, es el anuncio catastrofista de la inviabilidad financiera del sistema, la generación de desconfianza y la incertidumbre. Los diagnósticos y previsiones no son neutros, van acompañados del ofrecimiento de la gestión privada y del mercado financiero, como garantes de un renovado estado de bienestar individual, en paralelo a un retroceso en las funciones del Estado, relegado a la lucha contra la pobreza, y un renovado retorno a la responsabilidad individual y al fomento del ahorro/pensión. Los tiempos van en esa dirección y los ecos de las reflexiones nos recuerdan los inicios de la conformación de los sistemas. Hoy la referencia de la responsabilidad individual desde espacios de prepotencia económica e incluso política es un insulto a la sociedad.

Los llamados indiscutibles datos técnicos pretenden escenificar un determinismo inevitable. En efecto, a partir de estos datos -que ni son indiscutibles (hay otras proyecciones diversas), ni son inevitables (muchos factores pueden influir en tan largo periodo de estimación), ni son lineales (no tienen una lectura única si se combinan con otros datos, como los relativos al llamado “potencial demográfico”)-, se formularía una conclusión automática o inapelable: de no introducirse medidas drásticas de contención del gasto e incluso y mejor de cambio de modelo, la actualización de este riesgo demográfico haría difícilmente sostenible financieramente el sistema público. Sin duda estamos sufriendo un acoso perfectamente orquestado.

Llevamos nuestra
seguridad social en
el ADN individual
y colectivo

Ante tal escenario, es conveniente comenzar por hacer una cierta labor de pedagogía con la finalidad de situar el sistema de Seguridad Social en el espacio que le corresponde. Cuando hablamos de nuestro sistema de seguridad social y en especial del sistema de pensiones, estamos hablando de una opción democrática que se han dado las sociedades europeas, y por supuesto la española, en cuya construcción llevamos más de 100 años y que constituyen el centro neurálgico de nuestro estado de bienestar hasta tal punto que nuestras sociedades no serían reconocibles sin el sistema de protección social que tenemos. En definitiva, llevamos nuestra seguridad social en el ADN individual y colectivo.

El sistema de pensiones está atravesando tiempos difíciles y que pueden dificultar su continuidad y transformar la histórica solidaridad intergeneracional en una especie de fraude piramidal. No es un juego de palabras, es una llamada atención conformada desde la memoria histórica. Los datos técnicos quieren ser indiscutibles, buscando una solución predeterminada, en el negocio indiscutible que las pensiones ofrecen a la iniciativa privada. Debemos reaccionar, son más de 100 años en la construcción del sistema. Es cierto que hemos hecho cosas bien y mal. Es cierto que hemos publicitado los problemas sin afrontar soluciones.

Incluso es cierto que hemos hecho trampas en el solitario. Los tiempos pre electorales son malos compañeros de viaje, pero aun así debemos tomarnos en serio la viabilidad del sistema. De ello depende el modelo de sociedad que queremos construir, con la base de un necesario y nuevo pacto social.

El mínimo, aunque importante consenso alcanzado, dejando en la cuneta la muy criticada reforma del 2013 que incorporó a nuestro sistema de pensiones un nuevo índice de revalorización y el factor de sostenibilidad, es insuficiente y debe alejarse de la mera foto electoralista. Los números rojos del sistema no son una fantasía y el pago de la nómina de pensiones de diciembre y la revalorización del 2019 anuncian un escenario bastante perturbador. El consenso y el dialogo político y social deben continuar, asumiendo la conformación de un nuevo modelo de financiación que refleje o que permita las adaptaciones necesarias en función de la evolución del sistema productivo. El reto es ciertamente complejo y posiblemente necesite la aportación de todos, incluidos los expertos, pero es inaplazable.