DANIELLE NICOLE MBOUME
REFUGIADA. TRABAJANDO POR LA CONVIVENCIA Y LA COHESIÓN SOCIAL EN LA FUNDACIÓN CEPAIM.

A punto de cumplir 29 años en el mes de septiembre, nueve de ellos viviendo aquí, esta mujer camerunesa escapó de su país por la persecución a la que allí son sometidas las personas homosexuales. Refugiada en España, con trabajo, pareja, estudios y con un libro titulado La única esperanza, cuenta el terrible camino que tuvo que afrontar, su travesía por diferentes países africanos, junto con la incomprensión y la desconfianza que sufrió, aunque ahora solo piense en mirar hacia delante. Y lo hace ayudando a otras personas en su misma circunstancia. Incluso ha creado un equipo de fútbol con el que participa en un campeonato por la integración.

LA EUROPA FORTALEZA Y SU POLÍTICA DE LA VERGÜENZA
La crisis migratoria en las fronteras de la Unión Europea ha desvelado la cruda realidad de una política inhumana, ajena al dolor y a la muerte de miles de seres humanos que intentan llegar a Europa en su condición de migrantes o refugiados. El problema, como aclara Danielle, es que en las pateras y barcazas que surcan nuestros mares, las diferencias entre unos y otros se hacen invisibles. Son personas con estatus distintos que acaban muriendo por una política, por unas leyes incapaces incluso de cumplir con sus propios compromisos. Casos como el del buque Aquarius acaban convirtiéndose en excepciones en una Europa que ha demostrado su incompetencia, su negligencia y desidia para afrontar este reto humanitario.

Entrevista: Armando Recio // Fotos: Fran Lorente

– ¿Qué ocurrió para que te vieras obligada a salir de tu país?

En África la homexualidad está reprimida, es rechazada no solamente por la sociedad, sino también por la ley. Mi familia se enteró cuando tenía 14 años, pero los vecinos no lo sabían y mi madre intentaba protegerme y curarme. A los 16 años se enteraron mis vecinos y amigos y tuve problemas. Antes de cumplir los 17 años tuve que salir, ya había aprobado mi bachillerato, pero la persecución que sufría me obligó a irme.

– ¿Qué consecuencias tiene ser homosexual en Camerún?

La homosexualidad en Camerún supone una pena de 6 meses hasta 5 años de cárcel. Con o sin pruebas, solo por una denuncia te pueden llevar a la cárcel e incluso a la muerte, porque a veces ha habido gente que ha estado en prisión más tiempo incluso. Muchas de las personas que van a la cárcel no tienen la suerte de volver a la sociedad, hay tortura y les tratan como criminales. Incluso antes de llegar a la cárcel, la sociedad puede llevarte a la muerte

– ¿Cómo llegaste a España, cuál fue el recorrido que tuviste que hacer?

No me dirigí directamente a España, salí solamente para salvar mi propia vida. Iba sin tener nada delante ni detrás. Me fui sin despedirme de mi familia, de mi madre que es todo para mí. Nadie sabía dónde iba, estuve casi seis meses sin hablar con ella. Me fui a la República Democrática del Congo, donde sufrí la misma persecución por parte de la sociedad. Allí, como en todos los países africanos, la homosexualidad está muy mal vista, no hay libertad de expresión. Estuve en un equipo de fútbol en el que incluso me acusaron de haber traído la homosexualidad allí. Después de encerrarme tres días en la cárcel, me dieron 72 horas para irme o me devolverían a mi país. Desde allí fui a Kinshasa junto a mi mujer y a otros países africanos.

También fui a Sudáfrica, donde tampoco hay libertad de expresión por tu orientación sexual. Aunque la ley no lo prohíbe, la sociedad no lo acepta. No me encontré segura. Fui a Marruecos y fue una pesadilla peor que la de Camerún. Luego, cuando llegué a Ceuta, la primera vez que llegué a Europa, vi a policía y Guardia Civil que están en el mar y que expulsan a la gente. Yo intenté entrar tres veces y no lo conseguí hasta la cuarta.

– ¿Cuáles fueron las principales dificultades que encontraste para llegar a España?

La primera dificultad fue el estar entre extraños, con traficantes, con mujeres de mucha más edad que te mandan, te exigen hacer lo que no puedes hacer. No dependes de ti, no organizas el viaje, te mandan, te dicen cuándo, dónde, cómo tiene que ser… Mi mujer y yo estábamos obligadas a escondernos, decíamos que éramos hermanas. Aprendimos a utilizar la mentira, a cambiar de nombre en todos los países, porque no quieres que los traficantes de Níger te puedan encontrar en Argelia.

– ¿Cómo valoras la política europea, y la española en particular, con respecto a los refugiados?

No la veo positiva. Personalmente, yo he podido conseguir el estatuto de refugiada. Y por mi propia lucha he podido sacar mi vida adelante. Cuando llegué me dieron una recepción adecuada, pero no por la política en general sino por mi entorno, por las personas que estaban a mi alrededor. Pero a la política general, le tengo que dar un negativo. Cuando intenté entrar me esposaron tres veces, no sólo la policía marroquí que me estaba acosando, sino también la española. Cuando ves gente que está en un barco y no los acoges, sino que los devuelves a otro país en el que no hay derechos humanos, no les estás salvando la vida, en realidad los estás matando, porque en Marruecos la policía nos machacaba, son salvajes.

– ¿Cómo fue tu adaptación a tu nueva vida en España, el trabajo, las amistades?

Yo salí de mi país por un caso muy concreto y en mi cabeza sabía que no tenía nada atrás. Hay muchos motivos diferentes por los que la gente quiere llegar a Europa. En mi caso yo no dejaba ninguna vida atrás. Mi lucha era por sacar mi vida adelante. Tenía que hacer todo lo posible para lograr mi propia independencia. Cuando llegué aquí encontré que, si tú quieres, puedes tener tu oportunidad. Tuve la suerte de tener personas que me orientaron. Yo tenía la idea de estar en un país estable y con libertad. Tenía que concentrarme, estudiar, paso a paso hasta que conseguí aquí la ESO, mi bachillerato, mi grado superior. Y ahora estoy trabajando.

Me ha costado también no sólo por el racismo, sino por temas de interculturalidad con mis compañeros. Y también está el trauma psicológico de estar en un país lejos de tu familia, no sabes cómo vas a volver a encontrarles, hablar por teléfono no es suficiente, a veces tienes miedo de la gente, desconfías…

– ¿Te gustaría poder volver a tu país algún día, crees que podrás hacerlo, que cambiarán las circunstancias que te obligaron a dejarlo?

No lo sé. De momento tengo muchos amigos que viven de una determinada forma, que han crecido, que se han casado, alguien habría en el barrio. Pero no puedo contestar si sí o si no. Dicen que en unos años la pena de cárcel podría desaparecer, pero el rechazo social continuaría y estaría mal visto

– ¿Qué mensaje trasladarías a la sociedad española para concienciarla de la importancia de acoger a personas en una circunstancia parecida?

Que tienen que tener paciencia y que tienen que saber que la interculturalidad no es algo fácil, que las personas tienen que acostumbrarse. La mayoría de las personas migrantes vienen con un trauma psicológico. Tienen que tomar conciencia de los errores que cometen y no generalizar.

La política europea tiene que tener en cuenta que dentro de una patera que entra hay una persona que necesita asilo, que puede ser un refugiado. Y a los trabajadores sociales, decirles también que tienen que hacer una entrevista adecuada, hacer lo posible para que las personas tengan confianza y puedan relajarse para contarles todo.