ALMUDENA CARRACEDO – CINEASTA.

Almudena Carracedo ha codirigido junto a Robert Bahar El silencio de otros, documental galardonado, entre muchos otros, con el premio Goya en su última edición. La cinta recoge diferentes casos de familiares que buscan recuperar los restos de sus parientes represaliados y asesinados por el franquismo, y que fueron enterrados en fosas comunes. A partir de la llamada “querella argentina” contra algunos de los autores y responsables de la represión durante la dictadura, el documental hace un seguimiento de la evolución del caso, de las esperanzas y desconsuelos, del anhelo por encontrar justicia, verdad y reparación.

Entrevista: Armando Recio // Fotos: Fran Lorente

– ¿Cree que el hecho de que el documental haya sido tan galardonado puede suponer un impulso, un empujón a la Memoria Histórica en este país?
Sí, sin duda. Los premios son un reconocimiento y es bonito cuando trabajas siete años en una película y que luego se reconozca, pero también suponen una visibilidad de estos temas. La prensa siempre ha sido multiplicadora, podíamos llegar a más gente a través de los medios que a través de la que iba a ir a ver la película. Era un elemento muy importante sacar estos temas, que se tocaran. La misma entrega del Goya la utilizamos para que se visibilizara y sacar a relucir en prime time el tema para miles de españoles. El objetivo que siempre tuvimos con la película era dar visibilización y generar conocimiento, sobre todo en aquellas capas de la sociedad que no saben nada.

Sabíamos que la película podía convertirse en una herramienta para los colectivos de recuperación de la memoria histórica y para las víctimas, pero también para que sirviera como un elemento catalizador para gente de buen corazón, incluso para los que no fueran militantes. Que la gente no fuera capaz de sentarse delante de María Martín y decirle a los ojos que no tiene derecho a exhumar a su madre, que tiene que olvidar.

– El documental utiliza la querella argentina de las víctimas del franquismo como percha para denunciar ese manto de silencio que se produjo tras la muerte del dictador. ¿Por qué más de 40 años después sigue siendo tan difícil llegar a un acuerdo sobre la necesidad de hacer justicia con ellas en nuestro país?
La querella argentina nos daba un punto de partida, una estructura, un esqueleto de una historia muy compleja. Estamos hablando de 80 años, miles de personas, temas legales… La querella es una especie de tren que avanza hacia la oscuridad, que es una de las luchas presentes de las víctimas del franquismo. Por tanto, era muy importante anclarlo en el presente y eso es lo que nos permitía la querella, trabajar sobre el legado de esa memoria histórica en el presente. La película no responde a todo, y la persona que la ve tiene que preguntarse cómo es posible que en 2019 todavía sigamos así.

Mi respuesta personal es que fueron 40 años de terror, de miedo, de imposición, de represión, y 40 años de silencio. Son muchas generaciones en las que hay que romper ese silencio y ese miedo que aún existe en parte de la población. Pero también hay un punto de esperanza, y es que hay una nueva generación de gente joven que entra en la conversación, que no participó en el conflicto, que no tiene ideas preconcebidas en su mayoría, y que ya no tiene ese miedo. Siento que estamos en un momento diferente.

– El terror y el miedo inoculado por el franquismo en la sociedad española penetró en varias generaciones. Incluso hoy en muchos pueblos aún existen recelos para hablar de lo que ocurrió. ¿Es ese el mayor éxito de la dictadura, haber extendido su influencia incluso después de más de 40 años de democracia?
Sin ninguna duda. El franquismo logró silenciar durante 40 años a casi toda una sociedad –el franquismo cayó porque la gente salió a la calle, porque hubo padres y madres de la democracia que se dejaron la vida contra la dictadura-. Pero ese silencio se perpetúa en las instituciones y esto es muy importante, porque la Transición española es un proceso que se hace por transacción con el régimen anterior, no por revolución. Fue una negociación con el régimen que salía y que negoció sus condiciones, con lo que se generó una impunidad y una continuidad en las instituciones democráticas (Ejército, Policía, o en la jurisprudencia).

El documental ha sido un altavoz para las víctimas y supervivientes

– Resulta vergonzoso para España que haya tenido que ser otro país el que impulsara esta reclamación.
Lo paradójico es que España fue pionera en la aplicación de la Justicia Universal cuando el juez Garzón ordenó la detención de Pinochet o cuando, junto a Carlos Slepoy en el equipo, condenaron a [Adolfo] Scilingo –el primer militar argentino que cumplió condena y lo sigue haciendo en España-. Lo vergonzoso es que cuando esto se intenta hacer aquí se genera todo el proceso que desemboca en la inhabilitación de Garzón por un caso distinto, pero que se considera como una condena política, se cierra la puerta de la Justicia en España y se abre la puerta de la Justicia Universal.

– España es el segundo país del mundo con más desaparecidos por motivos políticos –en torno a 114.000- tras Camboya. Alrededor de 50.000 personas asesinadas tras el final de la guerra. ¿Cómo se aguanta a sí mismo un país que no es capaz de reconocer el dolor y el sufrimiento de las víctimas de una dictadura tan feroz y terrorífica?
La respuesta está relacionada con esa continuidad del franquismo. Es una respuesta difícil, porque es una combinación de silencio, de olvido, de un pacto institucional, de un pacto social que para muchos es impuesto. Pero todo esto ha ido cambiando. Es muy difícil explicarlo fuera, pero aquí hemos normalizado lo que no es normal. Porque no es normal que un Estado democrático que lleva 40 años de democracia siga teniendo 114.000 desaparecidos, según estimaciones de la sociedad civil, y que el Estado no haya hecho ningún ejercicio de investigación para saber cuántos desaparecidos hay, esto es brutal. Por eso decimos que el Estado español es una anomalía.

– En el documental las víctimas son absolutamente protagonistas junto a los abogados y la jueza María Servini que puso en marcha este proceso. Pero, ¿qué pasa con las voces de aquellos que son responsables en nuestro país de que se dé esa justicia, esa reparación, por ejemplo, privando de efectos la Ley de Amnistía del 77?
Creo que eso sería otro documental. Tuvimos mucha tentación de preguntar. Nos ocurrió una cosa, y es que cuando preguntamos a gente que fue parte del debate de la Ley de Amnistía, a nivel personal nadie nos supo explicar qué es lo que había pasado. Si lees el debate sobre la ley, el Diario de Sesiones del Congreso, parece que están debatiendo sobre una ley diferente. Por tanto, es una investigación diferente y complicada que debe hacerse y este es buen momento para que alguien lo haga.

Para nosotros era muy importante, ya que habíamos conocido la Transición desde el punto de vista de los que oficialmente la llevaron a cabo, que este documental fuera un altavoz para aquellas personas a las que no se les había escuchado, para que esas voces pudieran escucharse más alto por el conjunto de la sociedad. Por eso decidimos centrarnos en sus vivencias, en su experiencia.
Pero había un objetivo más importante: para llegar a aquellas personas no simpatizantes, que repiten el discurso de que hay que olvidar y no reabrir heridas, era muy importante generar esta conversación a nivel personal. Y para ello teníamos que hacer que los espectadores se sintieran en la piel de nuestros personajes. Eso es lo que genera la empatía para cambiar la conversación.

– Hay una imagen muy evocadora en la que aparecen las flores secas y llenas de telarañas tras la muerte de María Martín, sin haber cumplido con su deseo, sobre la fosa en la que aún está su madre. ¿Cómo es de importante el hecho de que la Justicia actúe rápido en estos casos, antes del fallecimiento de los familiares de las víctimas?
La carretera y las flores eran una metáfora muy importante. La sociedad pasa por encima, camina por encima de sus muertos ignorando una realidad de cientos de miles de personas. Es el olvido puro y duro. Sabemos que la justicia es lenta, por eso se generan movimientos sociales que acompañan las querellas legales. Pero te contesto con una frase que decía Carlos Slepoy: “la justicia es un horizonte, y el camino hacia la justicia es justicia”. La película es parte de esa justicia, los coloquios, las conversaciones, exhumar unos restos, lo que se genera por las asociaciones de Memoria Histórica, todo eso es justicia. Es verdad que la querella argentina busca una verdad judicial y una Justicia con mayúsculas, pero hay justicias con minúscula que también lo son.

– Fueron seis años de rodaje estando día a día al lado de las víctimas ¿Fue difícil ganarse su confianza para conseguir estar tan cerca y que en la cinta apenas se note la presencia de la cámara?
No fue difícil. Para nosotros era muy importante generar un clima de amistad y confianza. Es decir, el objetivo de las víctimas y supervivientes es también mi objetivo, es una misión común. Como la cámara soy yo, cuando las personas están hablando con la cámara están hablando conmigo, es una conversación que están teniendo conmigo.

Lo que nos encontramos cuando empezamos a documentar todo esto es que había mucha necesidad de hablar. Es verdad que algunas personas, sobre todo los familiares, preferían no tocar el tema, pero nos encontramos con que víctimas y supervivientes querían contar su caso con muchísimo dolor. Hay gente que tardó tres años en escribir su testimonio para la querella, porque eso suponía volver a revivirlo todo. Es un proceso interno de víctimas y supervivientes, de entender su posición. Cuando ellos entienden que sus casos no son aislados, sino sistémicos, con miles de personas que están sufriendo lo mismo que ellos, eso les ayuda a organizarse.

La película fue muy difícil de montar, con más de 450 horas de grabación, imágenes de archivo, etc. Pero empezó a funcionar cuando nos dimos cuenta de que los y las personajes de la película no podían por sí mismos representar toda la lucha colectiva. Entonces introdujimos las entrevistas de fondo negro y entendemos que ‘Chato’ (uno de los supervivientes que aparece) no está solo, sino que hay muchos más detrás.

Nos han vendido que todo esto no interesaba, que estaba cerrado, y nos hemos encontrado con que sí interesa a miles de personas, no solo en el extranjero sino también aquí. Nos han vendido esa moto.

El trabajo con la juventud es absolutamente crucial para la Memoria Histórica

– El documental no responde a los formatos más habituales sino que intenta trasladar las emociones y sentimientos de las víctimas, sus protagonistas. ¿Decidieron escoger este género de documental televisivo para llegar a un público más amplio?
Para llegar a amplios públicos no podíamos hacerlo con entrevistas, que es el formato más conocido. Los reportajes y los libros tienen su espacio. Nosotros queríamos llegar, como dice un lema zapatista, del corazón a la cabeza. Para nosotros fue crucial aplicar esto, es decir, si tú ves esta película y no sufres, no vas a poder comprender su sufrimiento. Para poder reflexionar políticamente sobre dónde estamos, teníamos primero que comprender y sentir el sufrimiento de estas personas, era una condición sine qua non para poder iniciar esta conversación eminentemente política.
Pensamos que es un documental eminentemente político que va a través de la vida de los personajes para trabajar las emociones y, desde ahí, llegar al debate intelectual. Era crucial poder llegar de esta manera a todas las personas y que pudieran sentirse en la piel de los personajes, que empatizaran con ellos y abrieran la conversación desde otro punto de vista.

– Se ha criticado que el cine español ha hecho muchas películas sobre la Guerra Civil pero, a pesar de ello, parece que sigue habiendo una ignorancia enciclopédica al respecto. ¿Cómo influye el hecho de que en los colegios no se estudie prácticamente este período de nuestra historia o el revisionismo histórico?
Yo conocí lo que era el fascismo a través de una película, El laberinto del fauno. La primera vez que yo, como espectadora y española, he entendido lo que era el fascismo en España, fue con una escena de esa película. Se me revolvió el estómago y tuve que salir al baño a vomitar.

Hemos trabajado mucho la Guerra Civil pero desde el paradigma de la equidistancia, del hermano contra hermano, etc. Pero tiene que haber películas valientes otra vez, como La voz dormida, que ponga los puntos sobre las íes acerca de lo que ocurrió. Nuestra película, en ese sentido, es muy brutal. La madre de María Martín es una civil a la que mataron después de la guerra.

– Las víctimas repiten que no buscan venganza, sino justicia, recuperar los restos de sus familiares para darles un entierro digno. ¿Por qué no solo es imposible llevarlo a cabo desde el Estado, sino que se bloquea y se presiona para que no suceda? ¿Por qué no ha habido aquí una Comisión de la Verdad?
La continuidad supone que hay muchas personas del Régimen que están en el poder e insisto, no solo en el poder político. Hay hijos de, nietos de… Por eso digo que, en este sentido, el tiempo ayuda.

Para nosotros era muy importante hablar de ese tema de la venganza, pero también del perdón. Si tú eres víctima de un crimen, si a tu hija le hacen algo, tú querrías justicia, y eso no es venganza, es justicia. Es una pregunta que se plantea claramente en el documental. El problema de las víctimas y supervivientes es que se convierten en ciudadanos de segunda cuando no tienen acceso a la justicia igual que otros ciudadanos españoles. Que un ciudadano español tenga que irse a otro país para buscar justicia, dice mucho del tipo de justicia que tenemos. Por eso pienso que la siguiente frontera es la Jurisprudencia, es ahí donde tenemos que empezar a trabajar, ¿cómo es posible? es la pregunta que hay que responder.

– “Recibo de su Excelencia el Jefe del Estado, el Generalísimo Franco, la legitimidad surgida el 18 de julio de 1936”. Son las palabras de Juan Carlos de Borbón tras ser nombrado sucesor por el dictador. Estos hechos, así como los comentarios despectivos de Aznar hablando de “remover tumbas y huesos”, o de Rajoy cuestionando la existencia de todo esto, ¿son parte de la respuesta a la pregunta de por qué ha habido esa amnesia voluntaria con respecto a las víctimas del franquismo?
No son partes del por qué, son partes de la amnesia, son las partes generadoras de la amnesia que quieren perpetuar ese sistema, ese status quo, esa falta de justicia, de memoria, ese “dejemos todo atrás”. Las palabras del actual rey de España que aparecen en el documental sobre no abrir heridas son parte de ese discurso.

Con respecto a la Monarquía, era importante que la película explicara que esa institución, impuesta durante la dictadura, ha sido continuadora de su discurso. Son elementos que incluimos para entender algo muy concreto. En la película, cuando intentamos establecer cuáles son los antagonistas de nuestros protagonistas desde un punto de vista de estructura narrativa, habría sido muy sencillo aludir a la Fundación Francisco Franco, al que levanta el brazo. Pero era mucho más complejo decir que el antagonista es todo el Estado, es toda la sociedad, las instituciones, la monarquía perpetuando un discurso del olvido.

– ¿Y por qué parte de la izquierda se ha mostrado cómplice con ese silencio,por qué cree que durante los primeros 14 años de Gobierno socialista no se intentó hacer justicia a las víctimas? ¿Es suficiente una ley como la de Memoria Histórica, que recibe constantemente zancadillas y obstáculos para su aplicación?
La izquierda tiene que hacer una autocrítica de lo que ocurrió y de lo que no. No estamos de acuerdo con lo que no se hizo, intentar explicar desde dentro de los partidos de izquierda o centro izquierda el porqué de una situación. Efectivamente, el PSOE ha gobernado durante 20 años este país y se ha hecho muy poquito, por no decir casi nada. Creo que esta legislatura tiene un talante diferente, estamos con un optimismo cauto, pero estamos poniéndonos de acuerdo sobre lo que tiene que hacer. Es importante entender que todo esto se dejó atrás durante demasiado tiempo.
Por qué han sido los movimientos de víctimas y supervivientes, sus nietos y familiares, los que han iniciado este trabajo. Cómo es posible que desde los partidos de izquierdas no se haya procedido a hacer ese trabajo. Esa es la autocrítica. Entendiendo ese pasado podremos entender el presente. La película no juzga la Transición, intenta mostrar un aspecto del que no se habla, pero sí juzga el presente y por qué ocurre esto. Por eso es importante que los y las militantes de los partidos empiecen a cuestionarse esto.

– Finalmente, ¿cree que hay esperanza, que algún día se hará justicia a esos miles de víctimas y a sus familiares y que podremos contemplar más historias como la de Ascensión?
Estoy convencida. Carlos Slepoy, que vivió el proceso en Argentina, lo tenía muy claro. Y es un proceso similar el que sigue España con la diferencia de que allí fue un periodo más corto. Estoy convencida porque lo estoy viendo. Estamos yendo a coloquios con chavales y su respuesta es absolutamente maravillosa en la tristeza. Consideran con indignación que les han robado su historia. Ese trabajo con la juventud es absolutamente crucial, por eso ahora nuestra labor son las escuelas. Hemos lanzado una campaña llamada “Aulas con memoria” para llegar a cientos de institutos en otoño. Es nuestro objetivo, el trabajo que estamos haciendo ahora con la película. Hemos visto a chavales que se traen a sus padres y amigos a verla, y eso a mí me da esperanza brutal. He visto gente joven que no sabía nada abrazarse a gente que contaba su experiencia.