ISABEL TAJAHUERCE
EXPERTA EN ESTUDIOS DE GÉNERO DE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE.
Crear nuevos referentes femeninos para niñas y adolescentes es el objetivo del proyecto “¿Por qué tan pocas?” realizado por la Universidad Complutense y financiado por la Fundación Española de Ciencia y Tecnología. Comprende una web (www. porquetanpocas.com) y un documental con las historias de 20 científicas y tecnólogas españolas actuales. Madrid Sindical ha conversado con la impulsora y responsable de esta iniciativa.
Entrevista: Alejandra Acosta // Fotos: Fran Lorente
¿Por qué a estas alturas la tecnología sigue siendo «cosa de hombres»?
La causa fundamental está en la socialización. El juego continúa dividido. Para las niñas, muñecas, peluquería y pulseritas, y para los niños, juegos de construcción, electrónica o coches. El sistema educativo mantiene intacto su androcentrismo, incluso en la Universidad, donde se forman quienes luego educarán o informarán desde los medios de comunicación. El resultado es que las niñas sólo tienen referentes masculinos en el ámbito de la ciencia y la tecnología, como en lo demás: ellos inventan, crean, descubren mundos, luchan, ganan…
“Ya hay ‘robotas’ sexuales
programadas para reproducir el
sometimiento de las mujeres”
Hay quien defiende que las mujeres elegimos en libertad profesiones relacionadas con los cuidados, o con las humanidades, que nadie o nada nos presiona.
Interiorizamos de tal forma los roles de género que creemos elegir libremente incluso contra nuestros propios deseos e intereses. ¿Por qué las mujeres eligen mayoritariamente profesiones peor pagadas? Si nos educaran en igualdad, las aulas de tecnología e ingeniería estarían llenas de mujeres.
¿Es machista la tecnología?
La Inteligencia Artificial (IA) reproduce la información que le dan las personas. Si lo hacemos desde los estereotipos será machista. Es fundamental formar en perspectiva de género a quienes
trabajan en los lenguajes informáticos. ¿Por qué la robótica tiene que tener género? Pues lo tiene. Si se diseña un robot para operaciones de rescate se le identifica como varón, si es para estar en una recepción o para la asistencia se asemeja a una mujer. ¿Se ha fijado en esas voces femeninas dulcificadas y sumisas que salen de las máquinas de las gasolineras para decir a los clientes “encantada de servirle”…?
Hay incluso «robotas» que ofrecen servicios sexuales. En 2017 se abrió en Barcelona el primer prostíbulo con muñecas sexuales hiperrealistas.
Como feminista me asusta que mientras estamos volcadas en recuperar nuestra memoria nos caiga el futuro encima y nos aplaste. Por ejemplo, si se cuestiona o se prohíbe la prostitución, en lugar de trabajar en la construcción de una sexualidad en igualdad se diseñan «robotas» programadas para reproducir y perpetuar la subordinación, sometimiento, discriminación y la violencia contra las mujeres. Un futuro diferente para nosotras dependerá de la construcción de modelos sociales y tecnológicos equitativos.
¿Más mujeres programando sería una solución?
Ser mujer no garantiza tener perspectiva de género. Las mujeres hemos sido las mejor socializadas, precisamente para garantizar nuestro sometimiento, y porque tradicionalmente hemos sido las encargadas, a su vez, de socializar a hijos e hijas. La segregación de las mujeres se produce por ley y hemos sido privadas de derechos por ley, de manera que está
legitimada en nuestro sistema político, económico y social. Por eso la hemos asumido, no porque seamos estúpidas. Nos liberaremos a través de la formación. Es imprescindible incorporar el género en todas las materias educativas. Incluso teniendo conciencia de que las cosas deben ser distintas, si no tienes formación, si no entiendes las causas, no puedes transmitir la perspectiva de género.
¿Por qué la igualdad de género ofende tanto y provoca reacciones tan apasionadas?
En un sistema económico capitalista es más rentable que la mitad de la población se dedique a los cuidados sin salario, o cobrando por debajo de la otra mitad, o multiplicando por dos la jornada laboral, y, por supuesto, sin reconocimiento para hacernos creer que el trabajo de los cuidados tiene menos valor. De ahí que las profesiones relacionadas con los cuidados o la asistencia estén tan mal pagadas, y por eso también una profesión que se feminiza se devalúa.
El ciberespacio es otro de los ámbitos en el que investiga. El dramático caso de la trabajadora que se suicidó después de que se difundiera en su empresa un vídeo de contenido sexual ha alertado del riesgo de las mujeres en internet.
Las mujeres tenemos derecho a ocupar el espacio virtual en libertad sin ser juzgadas por ello. No nos pueden culpar ni cuestionar por subir vídeos o fotos, sea cual sea su contenido. En Internet nos ocurre lo que en la vida real, que nos pueden agredir por el hecho de ser mujeres y, en vez de perseguir a los delincuentes, el mensaje es que nos encerremos en casa y no ocupemos los espacios. Nos quitan legitimidad. La solución, insisto, está en la educación en igualdad y en la formación y esto requiere políticas públicas eficaces. Si formamos en género, explicando la historia y las causas de la desigualdad, el mundo cambiará.
¿Qué le diría a ese famoso torero que argumentó que los hombres no pueden evitar difundir ese tipo de vídeos?
Los hombres pueden reprimir sus instintos perfectamente y de hecho lo hacen continuamente. En eso consiste la socialización. En ningún otro ámbito de la vida reaccionan tan violentamente como defendiendo sus privilegios frente a la demanda de derechos de las mujeres.
“El mundo cambiará cuando la
perspectiva de género entre en
el sistema educativo”
Por último, ¿qué importancia le concede usted al lenguaje?
Sólo existe lo que se nombra y cómo nos nombramos es muy importante. El lenguaje se forma también con prejuicios y tenemos que cuestionarlo. Cuando la especialidad de Informática se estudiaba como rama de Matemáticas la elegían muchas mujeres, pero éstas desparecieron cuando pasó a denominarse Ingeniería Informática. Y el concepto de autoridad es esencial. Al igual que se devalúan las profesiones que se feminizan, parece que el nombrarse en femenino quita prestigio. Pues debemos nombrarnos en femenino: somos médicas, catedráticas, ingenieras, arquitectas… Si lo hacemos en masculino, nos devaluamos. Si lo hacemos en masculino seguiremos reconociendo el concepto de autoridad patriarcal.